Hubo un tiempo en que un enfermo mental lo suficientemente inteligente y capaz como para conseguir llevar a cabo aquello que se proponía, pensó en una fórmula para conseguir evitar el desprecio generalizado y la falta de consideración hacia el colectivo al que él mismo pertenecía.
Se dijo a sí mismo, si me hago visible yo y consigo hacer visibles a mis compañeros de patología, con algo divertido para que la gente venga, quizá con una fiesta, tal vez la sociedad empiece a aceptarnos y entendernos, tomarán así en cuenta nuestras necesidades, y conseguiremos unos derechos justos que nos ayuden a desenvolvernos en la vida sin la necesidad de escondernos.
Fue entonces, cuando a la salida de una reunión en un hospital de día, organizó con otros amigos y con el dinero que él mismo y los demás habían ahorrado durante años de su exigua pensión, la primera fiesta de la alegría del delirio mental. Para ello, hicieron carteles y banderines, y en algunas radios, más por curiosidad que por implicación, se interesaron por el tema.
Así llegó el gran día, la mañana que nuestro protagonista en particular esperaba, y fue todo un éxito, la gente acudió en masa. Había ideado el juego de ¨la asociación de la tristeza y la felicidad cronometrados ¨ , consistía en ver quien podía pasar de la manera más original posible y más rápido, de una alegría y un entusiasmo absoluto, a una pena y un llanto desconsolado, también se le ocurrió el juego denominaba «delirius crecendo», que partiendo de una historia disparatada dada al principio, se tenía que aspirar a relatar otra aún más disparatada si cabe. En otro se mostraba un objeto y se tenía que asociar a otro que no tuviese nada que ver, de forma que mediante el diálogo pudieses tener el don de convicción como para hacer que alguno de los presentes te diera la razón, y cómo no, se invitó ese primer año a tocar a grupos como «El canto del loco» o «Sincope». La gente, en general pasó un día muy divertido, y desde las instituciones se proclamó ese día como el día de la alegría del delirio mental…..sin embargo, el ideólogo de tal evento no estuvo muy convencido del asunto a pesar del éxito generado, puesto que consiguió instaurar una fiesta, e ingresos para terceros, pero los problemas de su colectivo seguían ahí, el desconocimiento ante sus patologías y sus problemas seguía siendo más que patente.
Al cabo de los años intentó cambiar de rumbo, buscó apoyo en los Mass Media, hizo carteles anunciando conferencias sobre los síntomas y la problemática del colectivo de enfermos mentales, pero casi nadie acudió, y la respuesta de los medios fue que eso no vendía, que era demasiado aburrido y que lo que el público demandaba era alegría. No le interesaban a casi nadie ni el sufrimiento ni las muertes por no hallar los suficientes apoyos que algunos de sus compañeros necesitaban.
De esta forma nuestro amigo se desinfló, pensó que la conciencia no importaba, entendió que el día que se instauró para la fiesta estaba vacío de contenido, y se quedó sin su sueño de que al fin le comprendieran. A partir de ese momento se ocultó bajo su silencio. No obstante, se aliviaba pintando caminos, y todavía esperaba una época en el que el día de la alegría no fuese tan solo un proyecto fallido.
Nuestro personaje en este presente sonríe hacia un muro, en él quizá vea otro mundo, uno en el que la incomprensión hacia su suplicio se haya borrado, gracias todo a la información y a la empatía que debería provocar de por sí su persona.
Escrito el 01/07/2015