Me despierto cansado en este día de sol y pueblo andaluz. Día duro el de ayer, noche de insomnio. Busqué durante la oscuridad respuestas, argumentos, todos ellos de gente brillante, personas con el talento del que yo creo carecer, no obstante apagué finalmente la pantalla, después de leer durante horas decidí con prudencia guardar silencio.
Salgo a la calle a caminar, a pasear por senderos de piedra, y me pregunto para qué sirve discutir. Me doy cuenta de lo absurdo, de lo insensato que probablemente es vivir en un mundo construido solamente en una idea de blanco o negro, y de lo inútil que resulta el intentar llevar siempre la razón, de la ignorancia que todo eso conlleva.
Me siento en una plaza a descansar, enfrente contemplo un quiosco de música, y llega a mis oídos la eterna letanía del estás conmigo o contra mí, del orgullo del yo sé más que nadie, y de lo mío es la única verdad.
De repente me siento como un tonto, a pesar de aquellos estúpidos documentos y de su validez, sé que soy un idiota, porque también sé muy bien que las diferentes escuelas se contradicen entre sí, que a un saber se le opone otro, y que toda certeza puede tener su dosis de relatividad.
Miro al cielo despejado y azul e intento vislumbrar los ojos de ese Dios que no conozco, del que tanto estudié siendo cada vez más para mí un misterio. Sin embargo no le pido nada, no le ruego, soy consciente de la herencia recibida, de lo que escuché desde niño que era el bien y el mal, y luego de lo que yo mismo observé: de una aplicación de las escrituras que consideré incorrecta en muchos de los que se denominaban a si mismos como creyentes, en personas que presumían de ser seguidores de Cristo, pero deseando ser justo no quise juzgar.
Por eso me fui alejando, no por culpa de Dios, Él no tiene nada que ver en esto, sino por la utilización que hace de su nombre el ser humano.
Un niño se encuentra solo con su balón, siento esa soledad como propia. Yo dudo, busco la verdad, pero no deseo discutir.
Noto desde que crecí en esta sociedad una inmensa falta de empatia, una escasez en el entendimiento de que cualquiera pudiera estar equivocado, y me corroe la incomunicación por dentro, sin querer se me ha quedado muda el habla.
Es entonces cuando unas manos rodean por detrás mis ojos, me susurran al oído » quien soy «, y noto cómo en ese momento da mi pecho un vuelco de alegría, cómo esa soledad que sentía se desvanece, y tú y yo en un universo que se queda vacío a nuestro alrededor nos fundimos en un beso.
Es en este instante en el que te miro de frente, en el que te agarro fuerte la mano, en el que yo más creo que quizá sólo así pueda uno expresarse. Dando y recibiendo amor, rompiendo tanto silencio con sentimiento, y me da igual quien lleve ahora la razón, quien diga sin saber o a sabiendas una mentira, la única palabra que sé que es verdad, la única que expreso comprendiendo sensatamente que es real, es este » te quiero » que en este segundo que se muestra eterno te digo.
Escrito el 04/05/2015.
A pesar de ello ha salido el sol, creo que un bello día nos aguarda.
Escrito el 03/05/2015.
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