UN PASEO CON MI TÍO.

Por una carretera en cuya cuneta se hallaba a un lado el manso mar, y al otro una escarpada montaña. Circulamos en un vehículo pequeño pero decente los dos, mi tío Albino y yo.

Llegamos después de un corto trayecto, en el que circundamos varias rotondas, a la calle principal de esta soleada urbe. Estacionando el coche en un aparcamiento público, que se encontraba cercano al puerto, en pleno centro neurálgico de Alicante.

Paseamos por su casco antiguo, observando su arquitectura llena de antiguos ventanales. Recorremos empinadas cuestas, envolviéndonos un olor a salitre y rosas, las mismas que vislumbramos a cada paso, en las macetas de barro de cada ventana.

Familias enteras se sientan a la oscuridad de los portales, o en la sombra existente entre fachada y fachada. Dejaban escapar su tiempo entre conversaciones banales, hallando de este modo una paz y un sosiego pleno.

Se asemejaba aquel paisaje a algún rincón de una ciudad andaluza, sorprendida ahora en diferente contexto. Descendiendo al cabo, el recorrido ascendido.

Visitamos también un museo de Belenes que se encontraba cercano, serpenteando por callejuelas repletas de bares nocturnos. Observando allí figuras de gran belleza, las cuales representaban escenas de la Sagrada Biblia. Aquella por ambos antaño estudiada. Llegando después hasta el ayuntamiento, poseedor de amplios salones. Que contenía también una pequeña exposición sobre historia, la de esta propia ciudad, cuya situación está en la Costa Blanca.

Encontrándonos a medio día en el paseo de «Las Palmeras», con sus baldosas con relieve de forma ondulada, con su color alternante entre rojo y blanco.

En ese instante le invité a comer, y me hizo el honor de aceptar. Degustamos ambos una sabrosa comida en un restaurante cercano al puerto. Y conversamos allí, rodeados de aquella frondosa flora tropical, de intentar llevar una vida que contenga un verdadero sentido. Haciéndome así yo en el camino de vuelta la osada promesa de no fallar jamás a mi alma.

Esa que ahora comienza un vuelo libre, gracias al uso de la mente que en esta vida me ha sido otorgada.

Recordando en el tren con cierta nostalgia, aquellos paseos de conversaciones profundas, que me dieron fuerza para continuar en mi lucha.

Buscando de esta forma un amado existir lleno de loable esperanza.

Escrito el 30/09/2013.

EL SUEÑO ALADO.

Paseando por callejuelas empedradas,
por parques urbanos de hormigón y cemento,
entre este sol que acaricia las olas,
ahora marcando con mis pasos la arena que juega con el viento.
Pensé en todo lo bello que rodea,
mi existir diletante y solitario,
que aspira a convertir con tinta en arte,
una hoja en blanco en bastantes ocasiones distante.
Que vuelve la espalda al fiel escribiente,
hallando éste con sorpresa que a veces le es permitido,
plasmar la hermosura de un pensar delirante,
al que en breves momentos miman las musas,
siendo en otros instantes que ellas le rehuyen.

¡Y qué le voy a hacer yo,
si me atrapó este latir ambicioso!
Siéndome vedadas las uniones con amor,
y ese sosiego alegre de convivir a tu lado.

Ya que por sendas de concupiscencia,
quizá me encuentre sumido en el lecho,
de dulces mujeres que escapan de lo auténtico.
Pues la soledad quebranta en ocasiones dolorosamente mi alma,
esa que no cree en un amor verdadero,
perdiendo en su existencia cualquier esperanza,
prefiriendo ser con su habla sincero,
a mantener por propio temor a una deshonesta dama.

¡Y qué le voy a hacer yo,
si me atrapó este latir ambicioso!
Siéndome vedadas las uniones con amor,
y ese sosiego alegre de convivir a tu lado.

Y es que la escritura y el saber,
invaden todo el tiempo otorgado.
Con mi pluma activa quiero perecer,
construyendo el renglón con más belleza encontrado.
Siendo todo ello mi más triste decisión,
y la productora de mayor alegría,
emprendiendo mi camino con esta canción,
que humildemente mi despejada mente predica.
Ostentando ahora en mi interior,
una amplia y real sonrisa.
Hallando al fin en mi una felicidad superior,
a la que cualquier cobarde vasallo aposenta,
al preferir el querer de un interesado amor,
antes que el intento de alcanzar su deseo soñado.

¡Y qué le voy a hacer yo,
si me atrapó este latir ambicioso!
Siéndome vedadas las uniones con amor,
y ese sosiego alegre de convivir a tu lado.

Escrito el 29/09/2013.

LA VISITA.

Llegamos por sendas del sur a la Sierra de Aitana. En concreto al pueblo de Guadalest, con su vetusta piedra e imponente paisaje, y con el solitario campanario que se alzaba entre la escarpada roca.

Ascendimos por la empinada cuesta que conducía a la plaza principal, haciendo instantáneas con la cámara que integra el teléfono móvil. Yo los observaba evocando escenas del pasado, momentos en reuniones navideñas, en donde nos encontrábamos todos juntos, los que se fueron ya de este mundo, y los ausentes, los cuales se hallaban en otras urbes castellanas y castizas.

Aquí estaban tres de mis tíos, dos tías y un primo. Me invitaron a conocer aquel frondoso paraje cuyo verdor contrastaba con el desértico clima alicantino, asemejándose así a un elemento discordante que sin embargo no distorsionaba este sitio siempre luminoso de la Costa Blanca. Lugar de eterno verano y de deseada tranquilidad.

El agua del pantano era de un color verde turquesa casi irreal, y permanecía estática entre los montes de aquella Serranía.

Visitamos el castillo, poseedor de unas escaleras que parecían no acabar nunca, alcanzando a través de ellas la cima de un torreón que se encontraba cercano a un cielo diáfano y azul, con un sol radiante, cuyos rayos doraban y hacían fértil este bello lugar.

Descendimos y nos metimos en el vehículo, yendo por una carretera sinuosa hasta el restaurante de l’Obrer, en cuya estancia saboreamos un suculento y sabroso cordero, rodeados de gente amable, entre un ambiente lleno de risas y alegría.

Después fuimos al pueblo de Benifato, cuya localidad se hallaba en fiestas. Por sus calles había tenderetes repletos de objetos artesanales hechos por las propias manos de los lugareños. De fachada a fachada se extendían coloridos toldos que nos protegían del sofocante calor. Uno de mis tíos compró la cebolla más grande que hasta ahora han contemplado mis ojos, terminando tomando algo de beber en una pintoresca taberna.

Regresando al final en el ocaso por el mismo valle, después de un agradable día familiar, cuyo recuerdo encontraré en un recoveco de mi ajado corazón, en el mismo instante en que la añoranza atrape mi alma. Y cuyo pensamiento retornará con sentimiento alegre a este sitio de perenne brillo, que se denomina Alicante, y en la que en aquella noche estrellada reposó mi cuerpo agradecido y completamente satisfecho. Consumiéndome así la dicha de aquellos hermosos días que me acompañarán hasta mi muerte.

Dedicado a mi familia alicantina.

Escrito el 28/09/2013.

SIN MIEDO

A la oscura y bella dama,
que detiene el latir de los corazones.
A ese auténtico sentimiento que ama,
dando confianza a retraídos caparazones.

Al existir ajetreado,
de la gran urbe.
A mi melancólico pasado,
y a todo lo que a mi pecho turbe.

Al futuro incierto,
viviendo el presente.
Siendo un experto,
de una alocada y disidente mente.

Ya que esto dura tres días,
deseo sentirlo plenamente.
Mientras tú lleno de esperanza te mentias,
pues en este mundo la eternidad está ausente.

Todo fluye,
nada me pesa,
mi alma intuye,
que deja de estar presa.

Del temor a esa dulce dama,
cuyo nombre es muerte.
Que en un ocaso me postrará en la cama,
lleno de paz, si me acompaña la suerte.

Mas ello no sé en qué tiempo será hallado,
siendo largo el querido,
dejando detrás mío un legado,
de un escribir, que sincero es pretendido.

Escrito el 28/09/2013.

LA PAZ

Se encontraba sentado en la terraza de su hogar, mirando hacia el mar de la tierra de Alicante, el mismo que contempla desde hace cuatro años, con el cigarro en los labios y la misma expresión soñadora que le acompañó siempre, que nunca le abandonaba. Todo ello después del exilio consentido de su añorado Madrid, cuyas calles continuaban con su ajetreo constante, en contraposición con el sosiego al que ahora se enfrentaba.

Se levantó y se miró al espejo. Más arrugas, menos pelo. Observó el cigarrillo, le dio una última calada y lo arrojó por el retrete, contemplando como se escapaba la vida, dando vueltas, aunque aún sabía que le quedaban mundos por descubrir y momentos  en los cuales disfrutar.

Cogió su gorra y se encaminó a la playa de la Albufereta para dar su paseo matutino y así exhalar aquel paisaje, aquel sentimiento exaltado de amor. Amor a una existencia que no deseaba que acabara, que comprendía que irremediablemente llegaría a su fin.

Su latir, en la vida, había aposentado la culpa, la tristeza, la angustia. Su mente había poseído brillantez e inteligencia, con los inconvenientes y privilegios que ello conlleva. Había buscado una sabiduría siempre humilde, una liberación de su alma encarcelada.

En ese momento, mirando al horizonte, evocaba historias pasadas. Con sus ojos se fijó en sus trabajadas manos, esas con las que en ocasiones creyó alcanzar la felicidad, entre cuyos dedos se le había escapado.

Caminó hasta una solitaria cala, ausente de gente, buscando una tranquilidad por todos deseada. Se quitó la ropa quedándose completamente desnudo, y abriendo sus brazos de cara al agua mediterránea, se quedó estático y en armonía con el medio. Siendo algo bello y natural.

Entonces, paso a paso, se sumergió en la espesura de las olas, sintiendo una libertad plena. Perdiendo todo temor. Hallando en ese instante su anhelada felicidad.

Dedicado a mi tío Albino.

Escrito el 27/09/2013.

LA HUIDA HACIA UNO MISMO.

Salió de uno de los hoteles que se ubicaban en frente de la playa del Sardinero, con su cámara en las manos y su mochila al hombro. La cadencia de su respiración se tornaba cada vez más pausada, más acompasada. Le iba envolviendo una tranquilidad que proporcionaba a su cuerpo un sosiego deseado por todo ser humano. La brisa marina le acariciaba el alma. Aquellos cinco días de descanso le fueron necesarios para reflexionar, para continuar el camino que se había propuesto hace un año, y que por motivos familiares tuvo que posponer.

Miró hacia el horizonte respirando su olor a sal y arena, poniéndose a andar sin un destino prefijado, caminando en dirección opuesta a la salida del sol, que vigoroso y brillante invadía con sus rayos la ciudad de Santander.

Llegó a un parque repleto de palmeras que circundaban una pequeña plazoleta que tenia un mirador en uno de sus extremos, el cual apuntaba, entre desafiante y dubitativo, a esas aguas hoy tranquilas del mar Cantábrico. Se sentó observando el vaivén de las olas, que chocaban contra la orilla retrocediendo al momento, con un ritmo monótono y contenido. Con la voluntad férrea de la constancia.

Fue entonces, ante aquella visión de calma plena, que sintió paz. Una paz interior jamás conocida por él, liberando así su mente de antiguos grilletes, los cuales le habían tenido amarrado al pasado, a una moral intransigente que ahora se alejaba de su pecho jugando con el viento, permitiendo a su corazón tener un latir más intenso. Más real. Preparado ahora para amar y ser amado. Listo para soñar, para dibujar un futuro lleno de esperanza, carente de odio, completo de pasión. Pasión por esta vida que se le antoja única, que no quiere que desaparezca sin haberla sentido auténticamente, sin haberla amado con intensidad.

Se levantó y extendió los brazos, invadiéndole así la energía positiva que posee el cosmos, del que él es parte. Exhalando alegría. Gritando con su voz un tanto áspera la palabra: LIBERTAD.

Escrito el 24/09/2013.

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VIAJAR.

Rumbos lejanos,
tierras sombrías.
Que ostentan su serena belleza,
entre sinuosas sendas floridas.

Por los bosques paseo,
por las calles trasunto,
con un pensamiento errante,
y mi pausado caminar vagabundo.

Cogí la mochila al hombro,
abandonando todo el pesar de mi pecho.
Me escapé pretendiendo dejar detrás,
mi monótono y cruel parloteo.

Huyendo de ese melancólico lugar,
que sume mi alma en perpetuo rechazo,
y de todo mirar errático,
y de la malintencionada mentira que son tus lazos.

Hacia mi sencilla y dolida persona,
que con ojos renovados,
observa un mundo distinto,
otro paisaje para mundanos vedado.

Aposentando en mi corazón el deseo,
de nuevas y enriquecedoras experiencias.
De otros sinceros labios de mujer,
que me amen sin cautela en mi existencia.

Que con besos y caricias,
y un hablar siempre honesto,
no me consiga herir nunca,
al aposentar un sentir auténtico en el pecho.

Mas sólo el tiempo dirá,
si es por ambos querido,
consumar nuestro amor en un lecho,
siendo el símbolo de un mutuo anhelo desinhibido.

El de emprender juntos un viaje hacia el cielo,
que quizá nuestro latir desee que se convierta en eterno.

Escrito el 19/09/2013.

MEZCLARSE CON LAS OLAS.

Miro por la ventana y vislumbro un campo diáfano, cuya senda conduce a la escarpada costa. Tomo un sorbo de café ensimismado con su humo. Con el color oscuro del caliente liquido que contengo entre mis manos. Que se encuentra preso en la taza. La habitual, la de cada día.

Miro la estancia atestada de muebles. Tan saturada como mi delicada mente. Que está exhausta de tanto pensar. Triste ante lo que sus ojos ven. Por este mundo en el que habita. Por la historia que le ha tocado en desgracia vivir.

Me pongo el abrigo de ante negro. Reflejo de mi alma sombría. Que ostenta un corazón melancólico. Aquel que posee mi cuerpo desde hace mucho tiempo. Tanto, que no lo recuerdo.

Salgo por la vetusta puerta que da al exterior. A la cruel realidad. Y encamino mis dubitativos pasos a través de un campo de amapolas. De un rojo tan intenso como el de la sangre que recorre mis venas. Que circula debido al bombeo de mi cansado corazón. Cansado de latir. De su continuo uso. Del abuso producido en él por el dolor. Por el exceso de sufrimiento.

Evoco buenos momentos. Los que se encuentran lejanos. Los que se hallan en la niñez. Cuando los brazos de mis padres me protegían de las cruentas tempestades. De la lluvia incesante. La que asola mi pecho en este momento. Debido a su sentimiento de absoluta soledad. La que contiene mi ser errante. Mi personalidad vagabunda.

Llegando al fin a la escarpada costa. Descubriendo ante la mirada el poder del mar embravecido. Que me insta a seguirle con su obsesivo rumor. Que atrae mi cuerpo con pasión. La de la deseada muerte. Que hasta ahora siempre se ha mantenido en espera. Que en este momento llega como un dulce regalo de liberación. El pretendido por esta  carne que comienza a pudrirse. Aposentando mi ser bajo las olas salvajes que rompen contra las rocas con fuerza inusitada. Sucumbiendo así mi persona a los encantos de este querido lugar.

Hallándome en este instante entre las olas que marcan el fin de mi existencia.

En esta amada tierra que en este preciso momento me ve perecer.

Escrito el 14/09/2013.

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REFLEXIONES MUNDANAS SOBRE TEMAS DIVERSOS VI

LA IMPORTANCIA DE LA CRÍTICA.

Hay alguien que decía, que cuando únicamente lo que recibes son halagos, es que las cosas van realmente mal. Puesto que pueden ser actitudes de personas falsas o interesadas, carentes de cierto fundamento crítico, o dispuestas por gente poco objetiva. Afines a un mismo ideal o pensamiento. Que gustan del mismo arte sin apreciar el valor del que no es de su querencia o simpatía. Inclusive, dichas gentes pueden poseer el deseo de aceptación dentro de un grupo, creyendo creer cosas que en realidad no creen. Siendo así políticamente correctas. No comportándose de este modo como la nota discordante, y en consecuencia, la rechazada.

Hay autores que sólo aman el halago, que enseñan los dientes ante cualquier tipo de crítica, provenga del lugar que provenga, pudiendo así caer en las redes de la autocomplacencia, cuya presencia es lo peor que le puede pasar al autor para avanzar. Y quizá movido por dicho motivo, aún sin darse cuenta, se acurruca en los laureles que le fueron otorgados. Sean estos merecidos o no.

Por todo lo anterior, considero que es importante el papel desempeñado por la crítica para el autor poco soberbio que humildemente la acepta. Porque ésta le ayuda a crecer, intentando mejorar en su disciplina, aún pudiendo no estar del todo de acuerdo con dicha crítica.

No obstante, de mayor relevancia si cabe, es la que realiza uno mismo hacia uno mismo.

Un sacerdote me dijo una vez, que una Fe con dudas es una Fe viva. Del mismo modo pienso que un autor que duda de su arte, mantiene a éste vivo. Abierto a cualquier posible transformación por alcanzar un nivel superior al que ahora posee.

Para algunas personas, entre las que me incluyo, la crítica ácida, demoledora, vitriolica (si se quiere expresar de ese modo), en definitiva, la perpetrada para causar un efecto destructivo, con la intención de romper los cimientos, me resulta el símbolo inequívoco de que no soy el causante de una temida indiferencia, cuya consecuencia es la desaparición de la voz del artista, cuya única lucha es la de ser escuchado. De intentar ser comprendido.

He ahí el por qué considero la crítica ajena y la propia tan necesaria para cualquier autor al menos para el que quiera traspasar los límites de su posible arte.

Escrito el 13/09/2013.

LA BRISA.

El cielo se encontraba encapotado. El mar embravecido. Las olas estaban acosando a los peines del viento. Y a lo lejos su visión. La de una figura difusa que se acercaba lentamente. Con sus pies descalzos acariciando la fina arena de la orilla de aquel vetusto mar. El mismo en cuyo seno se disputaron cruentas batallas. Recordadas ahora tan sólo en los libros de historia. En algún vestigio de la ciudad.

En aquella playa. La que el artista descubrió con aspecto de payaso. Se aposentaba mi cuerpo. Puesto que mi mente se hallaba lejana. En otro mundo. El suyo. Retornando ahora a la tierra.

Debido a su presencia abandoné la compañía de Morfeo. Sustituyéndola por la de Cupido. Cuya flecha acechaba en aquel instante mi corazón.

Mientras, ella, paso a paso, cada vez se acercaba más. Permitiéndome así por un momento abandonar mi sentimiento de absoluta soledad. Y el auto convencimiento de un desarraigo mantenido con la vida y con el amor.

Su pelo moreno bailaba con la brisa. Su cuerpo grácil y esbelto ostentaba la más bella obra de arte. Debido a ello no pude reprimir un latir desbocado. Que me ahogaba. Que con su fuerza luchaba por escapar de mi pecho.

Su mirar nunca se posó en mi ser. Jamás sabrá de mi existir. Con su mochila al hombro la recordaré. Así fue como huyó de mi deseo. Que ahora se mantiene errante. Como el fiel vagabundo que soy.

Mas en mi pensamiento. Cuando la nostalgia me conmueve. Evoco aquel día nublado ayudado por una fotografía furtiva. En cuyo objetivo se reflejó un ángel. Aquel que su presencia para siempre perdí.

Escrito el 12/09/2013.

EL PACTO.

Llegué a casa tarde. Mis padres estaban acodados en la mesa de la cocina, sentados medio a oscuras, con la única luminosidad de la luz que desprendía la bombilla del extractor de humo. Esa sensación lúgubre estaba acrecentada por las lágrimas que se desprendían de los ojos de mis progenitores. Tenían las manos entrelazadas, amarradas con fuerza. Me senté enfrente y uní mi mano a las suyas. Fue entonces cuando mi madre me relató que le habían descubierto un tumor terminal, que le quedaba poco tiempo de vida.

Quedé perplejo, les miraba a uno y a otro sin saber qué decir, qué hacer. Yo soy un enfermo con Esquizofrenia, sin mi madre soy medio yo. Si encima mi padre, de por sí introvertido, se metiese en si mismo, yo no podría hacer nada. Estaba abocado al fracaso. Por otro lado, María era la razón de vivir de mi padre, su luz y guía, se vería ciego sin ella, y la vida sería más infernal que la propia muerte. Yo lo sabía, él lo sabía, los tres éramos conscientes. Entonces supe qué decir. He hicimos un pacto.

Al día siguiente fuimos a ver a mi abuela materna. Se encontraba en una residencia, en un pueblo cercano de la ciudad en la que vivíamos. Recuerdo música. Fuimos callados todo el trayecto siendo invadidos por melodías tipo pop. La abuela se alegró de vernos. La sacamos al jardín de flores aromáticas. Estuvimos hablando del abuelo, muerto años atrás, del pueblo dónde vivió su infancia mi madre, de lo difícil que se hacía sacar adelante una familia en aquellos años, y del tiempo, que estaba cambiando, pues acababa de entrar la estación de otoño. Fue una tarde agradable. Yo me encontraba plenamente agradecido.

Nos despedimos y fuimos hacia el vehículo familiar. Antes de entrar en él, nos abrazamos. Nos dimos besos llenos de ternura. Y medio llorando montamos en el coche. Esta vez no pusimos música, era mi madre la que cantaba canciones que recordaba de cuando era niña. Padre e hijo la escuchábamos en silencio. En un momento dado, a mitad del trayecto, el pie del acelerador empezó a imprimir fuerza. No recuerdo mucho más que aquel muro de hormigón aproximándose cada vez más rápido, la voz de mi madre cantando medio en susurros, y que antes del golpe final entrelazamos las manos aferrándonos con fuerza a lo que más amábamos.

Ahora nos encontramos en nuestro propio funeral, con nuestros etéreos cuerpos mirando como lloran familiares y amigos. No llueve. Luce un sol espléndido. Lo que hay en los ataúdes nos representa, pero no somos nosotros. Ahora somos los recuerdos en la mente de los nuestros.  Los tres seguimos asidos a lo que más queremos, y lo más importante es que estamos juntos.

En homenaje a mis padres.

Escrito en Octubre de 2012.

LA LIBERTAD.

La que por el latir del pecho es pretendida.
La que de cualquier prejuicio carece.
La productora de una sensación por todos querida.
Es la que en mi interior en este momento acontece.

Al abandonar la profunda tristeza,
que asolaba mi fatigada mente.
Por lograr una cabal entereza,
que consigue mantener un razonar disidente.

Del eterno y mundanal ruido,
que todo lo inunda.
Hallando al fin en mi un nido,
que el sentir noble fecunda.

Sorprendiendome ahora feliz,
al rebosar de alegría mi alma.
Siendo aún de la vida un aprendiz,
que ante las situaciones mantiene la calma.

Pues realmente me dI cuenta,
de lo que para mi más importa.
Y mi corazón ya no se lamenta,
y con absoluta serenidad se comporta.

Sin ostentar una falsa iluminación,
que oculte cualquier vil sentimiento.
Sino con prudente bondad otorgando perdón,
a aquello que pudo causar a mi ser sufrimiento.

Consiguiendo así la anhelada felicidad,
en este anochecer estrellado.
En que con mi vuelo encontré la libertad,
gracias al resurgir casi olvidado.
De una lejana y añorada pubertad,
que retorna madura, haciendo de mi pensamiento algo alado.

Escrito el 09/09/2013.

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CINEFILIA

Me encontraba con las rodillas hincadas sobre el asfalto. La cabeza inclinada. El recipiente de plástico con apenas unos céntimos delante, a pocos centímetros de mí. Con la ropa  llena de mugre. El olor a sudor instalado en las axilas. En una calle del centro de Madrid. La ciudad de la que nunca me he movido. A la que siempre he pertenecido.

Estaba oscureciendo, era hora de volver al hogar. Cogí el recipiente. Me metí las monedas obtenidas en el bolsillo y me dirigí a la boca de Metro más cercana. Aproveché la ausencia del guarda de seguridad para saltar por encima del torno. Esperé al tren y me metí en el vagón. La gente me evitaba. Causaba repulsión. Preferían quedarse de pie antes de sentarse a mi lado. Llegué a mi destino.

Subí los escalones. Giré la llave de la cerradura. Traspasé el umbral. Me di cuenta de lo absurdo de echar el cerrojo. La puerta se podría abrir de un puntapié. Además, no había nada de valor en el piso de un solo cuarto. Un colchón en el suelo, una mesilla de noche de dos cajones con la pintura descascarillada, y una maleta con algo de ropa en un rincón. Abrí el cajón de arriba y cogí una lata de atún. Me senté en el colchón. Me la comí. Después abrí el de abajo. Saqué una bolsa con las monedas que tenía ahorradas. Las conté. Sentí que mi pecho se henchía de emoción cuando descubrí que había ahorrado lo suficiente como para ir a una sesión de cine. Salí de nuevo a la calle. Me daba tiempo de acudir a la última sesión.

Compré la entrada de una película de las denominadas de autor. En la sala se estaba caliente. Todo lo contrario que en mi gélido piso sin calefacción. Me coloqué en la última fila. Cerca de una pareja de adolescentes. Se apagaron las luces. Vi como se deslizaba una mano sobre un muslo, como ella acariciaba su pecho por encima de la camisa y como comenzaron a besarse. Decidí concentrarme en la pantalla.

En las primeras escenas mi mente se desvió del argumento. Pensé en mis años de niñez. Mi madre me llevaba de la mano. Iba a entrar a ver mi primera película. Mis dos hermanos mayores iban con nosotros. Estábamos todos menos mi padre. Ausente. Recordaba tan solo una escena de aquella película. Un helicóptero persiguiendo a dos personas que corrían por un polígono. La película se llamaba “Trueno azul”. Después mi consciencia viró hacia la primera vez que fui a la piscina. Cómo lloré porque me daba miedo tirarme al agua. Cómo una niña de rostro difuso y mi madre me convencieron para meterme. Cómo disfruté de la experiencia. El concierto de mi hermana en un casino. Sus manos en el teclado. La música inundando la sala. Las felicitaciones y alabanzas que la prodigaron. Lo orgulloso que me sentí de ser su hermano. Recordé el placer que sentía las tardes de patio en el colegio. Yo con mi balón. Tirando a la canasta. Mi primer partido oficial, cuando conseguí nueve puntos. Una barbaridad a esas edades. Y como me nombraron líder de baloncesto en cuarto de EGB. Lo importante que me sentí. Como algo hermoso vi a mi padre a mi lado. En una exposición de pintura. Años más tarde en un viaje a Cartagena. Su tierra. Y la nostalgia de esos dos momentos hizo que me diera cuenta de una lágrima recorriendo mi cara. Me descubrí riéndome con las tonterías de mi hermano. Siempre me hacía reír. Vi a mi madre. Enferma. Mostrándome una sonrisa. El primer beso. Bajo los álamos. Con la brisa de verano agitando sus ramas.

En ese momento regresé. Terminó la ensoñación. En la pantalla se sucedían las letras de los créditos finales. Las luces se encendieron. Salí de vuelta a la fría y oscura noche. Llegué a mi paupérrima casa. A mi herrumbroso edificio. La realidad me golpeaba de nuevo. Me tumbé en la cama. Y cerré los ojos con la ilusión puesta en la próxima vez que pudiera ir al cine.

Escrito el 16/12/2012.

 

LA VIDA.

Que la vida iba en serio,
ahora realmente lo he comprendido.
Que ella posee un misterio,
es algo falso y constantemente manido.

Siendo mentira la difundida certeza,
de este Dios que ha inventado la sociedad.
Produciendo en mi alma desconsolada tristeza,
y a mi corazón cubriendolo de inmensa soledad.

Pues toda batalla es en vano,
todo el sentir que hallar quiero.
Ya que el amor propio es humano,
y el egoísmo algo cruel y verdadero.

Que contiene gente que predica,
con un ejemplo visiblemente ostentado.
Mientras ocultamente perjudica,
al ser que de la normalidad está diferenciado.

Ese que no entiende de este existir competitivo,
que es movido absurdamente por dinero.
Comprendiendo que no soy positivo,
pero al menos si absolutamente sincero.

Quedando únicamente luchar por uno mismo.
Sin mirar nunca hacia el horizonte del pasado.
Continuo deseando provocar un seísmo,
que sólo en mi imaginación puede ser evocado.

Por mi disidente mente,
que huye de este injusto mundo.
Abandonando su pensar demente,
a una ética que me convierte en un solitario vagabundo.

Escrito el 04/09/2013.

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ESPECIAL.

Este día en el calendario voy a marcar.
Ya que conocí a una criatura de alma alada.
Que sin ningún prejuicio quiere experimentar,
deseando de la represión hacer una escapada.

Siendo por mi ampliamente entendida.
Ya que soy del mismo pensar.
Así pretendo que sea sostenida.
Una amistad que ha empezado a brotar.

Ya que por ambos son sentidas,
cosas que nos pueden aportar.
Situaciones que no tienen medida.
Locuras en este mundano transitar.
Rodeados de gente poco entendida.
En los juegos de los que sin miedo hay que disfrutar.

Hallando así una existencia plena.
Carente de todo pesar.
Abandonando la profunda pena.
Que a veces produce tanto malestar.

Por ello brindo con un dulce licor,
por este día que voy a señalar.
Puesto que en mi pecho ha dejado un intenso sabor,
y en mís ojos un querer de frente mirar.

A una vida totalmente plena,
carente de todo pesar.
Que rauda corra por mís venas,
Y que el pasado de mi corazón consiga desterrar.

Escrito el 02/09/2013.

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