CINCO MINUTOS MÁS.

Cinco minutos más para contemplar tu sonrisa y poder acariciar tu rostro. Para darte las gracias y sentir en mi cuerpo tu abrazo.

Cinco minutos para parar nuestro tiempo y la eternidad para amarnos.

A veces oímos vuestro llanto, y sentimos el dolor que sentís, a pesar de no ver lágrimas recorriendo la cara, aunque en un respetuoso silencio nosotros contengamos la rabia.

También comprendemos vuestra fortaleza mental, que no se concede una queja, pues a la inversa de Sanson que al perder el pelo hizo lo propio con su fuerza, a vosotras el desprendimiento del cabello os otorgó una entereza ante el sufrimiento, una determinación para la lucha y una valentía, que son mi envidia y mi orgullo, una lección de como sobrellevar en la vida con la máxima dignidad un lamento.

Pues sabéis que os ronda de cerca el sepulcro, y que cada día, cada minuto, es como un regalo que alguien nos ha brindado.

Por eso deseamos que exista siempre entre nosotros cinco minutos, eso querrá decir que aún respiramos, que hay esperanza de un futuro, sin importar que sea su tiempo corto o largo.

Y es que aún podemos subir a un tren, el que nos lleva a vuestros brazos, podemos sentir el sol y su calor, la brisa y su tacto, contemplar la belleza de una flor, y en los días de frio y de lluvia, todavía podemos abrigarnos.

Siéntate hoy conmigo a ver como el agua cae y coge mi temblorosa mano, en este instante da igual el mañana o el ayer, lo importante es que estamos juntos en este banco. Hagamos de este rato algo inolvidable, porque aunque algún día uno de los dos falte, en el sentimiento del otro será como si estuviese a su lado.

(Dedicado sobre todo a dos grandes mujeres, la tía de la mujer con la que he conocido el deseo de querer compartir con alguien toda la vida, y a la persona que siempre estuvo a mi lado, la que en este momento que escribo más siento que amo, y de la que más he notado que me ha amado).

CON TODO EL SENTIMIENTO DE MARISA, Y LAS PALABRAS DE DANIEL.

Escrito el 29/11/2014.

AL HERMANO QUE NUNCA CONOCÍ.

Hace ya años,
en una noche gris de infortunio,
se silenció un latido.

Hermano fuiste sin nombre,
corazón siempre en espera,
sentimiento de este mundo perdido.

Vientre materno de esperanza,
de ti salió él inerte,
fracaso de toda una existencia,
con dulce y amargo sabor de amor y de muerte.

Ruido por oscuros pasillos,
gritos de nuestra madre,
¡me lo han matado! decía,
y maldecia a todo lo que se pusiera delante.

Por sus mejillas corrían
lágrimas sin consuelo,
y en alguna parte la carne quieta de aquel hijo,
sólo le pedía ella al cielo,
que salvara a ese ser que jamás ha nacido.

Aquellas albas que siguieron a muchos insomnios,
y el largo transcurrir de días de insana tristeza,
propiciaron que otro alumbramiento
emprendiera esta senda,
mas tengo presente
que lo que a mí me permitió vivir
fue tu ausencia.

Hermano no nato,
espíritu que eres del limbo,
reconozco no sin cierta vergüenza,
que mi aparición en esta escena
fue gracias a la tremenda desgracia
que fue tu condena.

Y es seguro
que tú hubieras sido de los dos el más brillante,
y realmente para nuestros padres un mejor hijo,
estoy convencido de que una persona mucho más sincera,
sin duda más grande y más bella.
Pero eso ya no lo sabremos nadie,
pues te convertiste en una mera anécdota,
aquello que no quiere rememorar nunca más la cigüeña,
ni ningún otro mamífero o ave.

Pero te tengo que confesar que a veces,
cuando alzo mi vista a la luna,
creo vislumbrar una amplia sonrisa,
y pienso que no quisiste nacer
para otorgarme tú a mí la vida.

(Escrito para todos esos fetos no natos o bebés muertos prematuramente, y para los que nacimos en suerte después y aún vivimos).

Escrito el 27/11/2014.

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EL JOVEN ESTADISTA BARTOLOMÉ FERNÁNDEZ.

He conocido a personas con las más variadas y extravagantes aficiones, pero ninguna me caló tan hondo como lo hizo Bartolomé Fernández.

Conviví con él unos meses en parte del transcurso de lo que fue mi primera experiencia laboral como dependiente en una tienda de antigüedades. Me resultó desde un primer momento bastante peculiar, acudí al anuncio del alquiler de una habitación, y allí estaba él, con sus gafas y su rostro serio, un cuaderno en una de sus manos y un portaminas en la otra. Supongo que debió de ver algo agradable en mí, puesto que sin casi hablar y preguntarme las cosas lógicas de una entrevista como aquella accedió a que yo fuera desde entonces su compañero y amigo.

Bartolomé se dedicaba a la contabilidad de un par de empresas, pero su verdadera pasión era el mundo complejo de las estadísticas. Solía recortar las que encontraba en cualquier periódico o revista y las pegaba cuidadosamente encima de un folio con su fecha y algunas observaciones para clasificarlas. A veces salía a la calle a realizarlas él mismo, al igual que una vez al mes recibía una carta de su padre en cuyo sobre venían algunas de las que se había molestado en recopilar, así como una cuartilla informándole de cómo le iba en la lejanía, en aquel pueblo que vio crecer a Bartolomé y que según sus propias palabras: era un lugar de cuyo aburrimiento me fui para buscar una nueva experiencia.

Estos recortes y datos propios y ajenos los iba introduciendo en una cómoda de cinco cajones, en cada uno de ellos había colocado una etiqueta aclaratoria, allí se encontraban las estadísticas interesantes, importantes, curiosas, propias y catastróficas. En ocasiones refunfuñaba como lo hacen algunos abuelos y expresaba su disconformidad con alguna de ellas, intentándome explicar a continuación aquellos parámetros que se tuvieron en cuenta y aquellos que no, concluyendo que el mundo de la estadística a menudo era una falacia.

Yo, viéndole sentado horas y horas consumiendo su ocio de tal forma, siempre entre números y gráficos, rehuyendo de casi cualquier tipo de contacto social, del posible favor o incluso amor de una mujer, me preguntaba si lo que realmente era un engaño no sería su propia vida, la manera en que Bartolomé tenía de afrontarla.

En un amanecer cualquiera recibió una nueva carta, esta vez ni contenía estadísticas ni era de su padre, sino de un amigo de la familia. Después de leerlo atentamente arrugó aquel papel portador de malas noticias y lo arrojó a un rincón encerrándose en su habitación y saliendo al rato con una maleta. Yo observaba desde la puerta de mi cuarto, y hasta mi tumba me quedaré con el recuerdo de esa última mirada, de aquel silencio que me brindó y del frío que en aquel instante sentí. Se me grabaron para siempre en la memoria esos ojos tan llenos de una mezcla casi imposible de melancolía, rabia, dolor y amor.

En el momento en que cerré la puerta de aquel apartamento que no sé si volvió o volverá a tener dueño, después de los cinco días que transcurrieron desde su ausencia, notaba todavía sobre mi piel el peso de aquellos ojos, e intenté al irme huir de su presencia, aunque nunca lo he conseguido a pesar de los años.

Por entonces, a la marcha de Bartolomé cogí y estiré aquel papel, y así pude empezar a comprender el porqué de todo, después fui hacia su escritorio y vi lo que entendí que sería su última estadística, en ella se reflejaban los datos de una enfermedad, de una edad que no era la suya, y la posibilidad ínfima de sobrevivir, con la cruel sentencia y conclusión de casi una muerte segura.

A día de hoy, algunas veces me pregunto que habrá sido de Bartolomé Fernández y de su padre, el recolector de estadísticas para su hijo, paseo hasta el que fue por una temporada mi hogar, y lo que allí veo es la luz apagada, el abandono, un misterio que me acompaña, y la desolación de una inmensa oscuridad.

ESCRITO EL 23/11/2014.

NINGÚN OTRO.

De mis travesías
de pena y de fango,
de esos turbios cuarteles
de soledad,
de ésta locura
que se muestra inhumana,
me liberó un honesto
«te quiero»,
cárcel con alas
de mi libertad.

Mares de tinta
recorren tu pecho,
sangre que brota
de mi manantial,
el de la creatividad
de este autor pordiosero,
que quizá no se merezca
lo que tu latido le da.

Ese elevado y puro sentimiento,
estas ganas plenas de vivir,
el no desistir
y abandonar estos versos,
el convencimiento
de que aún queda mucho por escribir.

Puesto que cuando noto tu rostro
en mi hombro,
desaparecen el tedio y el odio,
y deseo ser eterno,
jamás envidio junto a tí
el existir de ningún otro.

Por haberte conocido,
por conseguir probar
el néctar de tus labios,
dichoso soy hasta mi muerte,
ya que ésta vida me otorgó mucho más
de lo que éste corazón vagabundo
se habría esperado.

(Para Marisa Belarmino)

Escrito el 21/11/2014.

MI MAYOR ERROR.

Creí que habría un nuevo mañana,

un sol que acariciara

la piel de mi cuerpo,

una sonrisa,

la tuya,

en cada recuerdo

que dejara el viento.

También,

que la oscuridad estaba de paso,

que todas las palabras

eran meros caprichos del tiempo,

que tus abrazos,

madre,

me acogerían siempre atentos.

Creía en nuestra eternidad,

juntos tú y yo de la mano,

y a esta hora el reloj,

es para los dos

un despiadado amo.

Iluso creí tan sólo en tu querer,

mas descubrí con sorpresa un suspiro,

plasmé tajante un

¨nos volveremos a ver¨,

y emprendí realmente

lo que empieza a ser mi propio destino.

Mas desconozco el futuro,

protestó en la despedida

la imposibilidad de mi retorno,

entendí que la lucha es a muerte y constante,

y que ahora es sólo mía,

ya jamás será de otro.

Mi error en el pasado

fue el carecer de fe en mí mismo,

el contemplar tantas veces

la queja de mis cobardes labios,

el tener la pretensión de encarcelar

la libertad de mi mente,

y el no romper nunca con la tristeza mi contrato.

En este momento

no caben más mentiras,

mi ceguera vio al fin su luz,

porque sé a ciencia cierta,

que en este mundo tan bello como hostil

también te hallas tú.

ESCRITO EL 20/11/2014

DESPEDIDA A UN LUGAR.

Al río,

a los árboles de su vereda,

a tus floridas sendas,

a esas gentes

con sus rostros marchitos,

a aquellos chismorreos

que a veces contenían verdades,

a la perspectiva

de tu luna de otoño,

a la de ese sol que cegaba,

a esa hondonada de polen,

a la melancolía de tu mirada.

A la casa de mi adolescencia,

a los perros y sus tumbas,

a la enfermedad

que de mí poco a poco se ausenta,

y a esa dignidad que absurdamente buscaba.

A todo ello le digo adiós.

De la cara materna en cada mañana,

de su extrema belleza,

de querer romper

mi fealdad contra su espejo,

de maldecir con rabia mi suerte,

pues en eso ya no creo.

De tenerlo todo hecho

y su condena,

de no saber cual es mi vida,

del sentimiento amargo de que la estaba perdiendo,

y sobre todo de aquel intenso frío,

de su cruel e insólito deshielo.

De todo aquello me despido.

Como un lobo solitario

creo ahora mi destino,

mis manos son la prueba,

tus ojos, el mejor testigo.

Nunca hubo ni habrá en mí

ni pena ni lágrimas eternas,

aunque a veces atraque en mi pecho la nostalgia,

a pesar de que aún tienes en mí importancia.

Alegre por la oportunidad

de poder ser yo mismo,

en ocasiones estoy triste por lo que amo,

por lo que se halla ausente,

por mi lejanía perenne,

y por la distancia enorme

que a esta hora con su manto nos envuelve.

 

ESCRITO EL 16/11/2014

EL REFLEJO DE UN ESPEJO VENECIANO.

Había pasado una semana desde aquel inesperado encuentro. En ese transcurrir de nubes, de aguas turbias que preludian un invierno hostil, un invierno que muestra su rencor a la luz, a la alegría cálida de la primavera, a la ilusión de la juventud. Un eterno aspirante al olvido de tan sólo saber juntar letras, cayó en un profundo abismo, el del lamento y su tormento, el que se refleja como un estigma en el alma, el que muestra una sonrisa en un rostro falso, un rostro que no es ante sí mismo traicionero.

El descreimiento de su valía inundaba todas las estancias de su conciencia y de su casa, escribía en su cuarto en silencio, al amparo de una simple bombilla, encima de una cama vacía, en donde ya nunca se sueña, tan sólo se duerme, a la espera del alba y su frío, a la espera del tedio, el estupor y el propio sinsentido.

En siete días comprendió lo que hace tiempo sabía. Releyó en su pensamiento a todos sus maestros, y después, con alguno de sus propios textos en las manos, quizá los más notables, los que estaban escritos de su puño y letra, creados por su creatividad un tanto indolente, descubrió, gracias a un golpe cruel, lo iluso e insensato que había sido.

De este modo, hace tres noches enfermó, exhausta se encontraba su mente, su cuerpo ardía de dolor. Pensó en renunciar, en no volver a coger una pluma, en quitarse su máscara y reflejar lo que en realidad es, alguien mediocre y sin futuro, colega errante de los vagabundos, un animal que muere por dentro, que huele a podrido, una persona que odia mirarse en cualquier espejo.

En la primera noche postrado, alentado por los cuidados de la única mujer que le soporta, que le otorga su amor ante la incredulidad de su persona. Él, bestia e inmundicia, basura que siente rencor a esta vida, perpetua tristeza, a menudo hombre de lágrima fácil y verborrea sin el conocimiento debido, quiso romperlo todo, hacer añicos el papel en dónde estuviera su tinta, lo malgastado del tiempo, para así evadirse de su frustración, del tremendo desconsuelo de sentir que no tiene talento.

El siguiente amanecer le observó sin hacer nada la noche, y al día que apareció después, sin maletas, sin cargas ni reproches, realizó un viaje para ver a su sobrina, para contemplar en sus ojos el mundo por delante, para poder extasiarse con lo grácil, lo puro, y lo más bello de sus movimientos.

Mas retornó al hogar al llegar el ocaso, a la soledad de un plato de sopa en la mesa, a la pobreza del desalmado, y empapó con lágrimas el pan y su pena.

Sin embargo, hoy le visitó su padre, y una alegría melancólica inundó su existencia, montados en un autobús el progenitor y su hijo eran uno. Pero de nuevo, al separarse en ese andén sin lluvia, el que es más joven sintió angustia, vio a esa figura anciana subirse a ese tren, ese que nunca espera, el que jamás sabe si volverá a ver otra vez.

Y reflexionó, deseó dormir, escapar de la desilusión, pero decidió leer, dos historias, dos cuentos, un par de relatos de alguien que conoció la semana anterior. El primero le pareció brillante, el segundo fue una revelación.

Espejos venecianos, con el autor finlandés Kainen, su teatro incomprendido, el beso arrebatado, la locura de un dramaturgo, la pasión de contar a un público ausente, a unas butacas vacías, es lo que le salvó ante lo que era la destrucción de su humilde obra, y de lo que más le ilusiona en esta vida.

De este modo, el eterno aspirante del olvido de sólo saber juntar letras, decidió con recobrada valentía y tesón el escribir, aunque sea un loco que lo hace para una sala vacía, para una persona sorda y ciega, a pesar de que sus textos no salgan nunca de un cajón.

Y soñó al llegar lentamente la oscuridad, mas seguirán sus interminables dudas, eso es algo que siempre acompañará a este aspirante, es algo que siente y sentirá aunque pasen los años, es algo que irá junto a él como esa pluma que se muestra incesante.

Escrito el 10/11/2014.

ENTENDER TUS PALABRAS.

Creía saber el significado del amor,
lo creía también de los asuntos del dolor.
Oía vuestras palabras
sin escucharlas realmente,
creía que la experiencia
en vez de hacer libre,
aturdia a la más lúcida de las mentes.

Ahora os equivocais al pesar
que quiero dar una lección,
cuando lo único que pretendo expresar
es mi estupidez e indefension.

Los más jóvenes creerán entender
estas palabras,
tal y como hice yo,
pero no saben nada,
yo sé que humilde tampoco,
esa es la verdad de la vida,
no creas jamás que todos llegamos a esta conclusión.

Entiendo que era una persona simple,
y que en este momento no soy mucho mejor.

Sí, maestro Jaime,
al fin comprendo que nunca volveré a ser joven,
y que a mi obra se la llevará la muerte,
aunque sea realizada con los trazos de la pasión.

Por ello es inútil descalificar,
pensar que el otro cometió un error.
El error es el tuyo y el mío,
cada historia es única y secreta,
hay que empezar por tener compasión.

Mas la pena en mí no se encuentra,
la melancolía caló en mis huesos maltrechos,
no sé lo que es la felicidad ni si existe,
lo que sí sé es que respiro,
y que ese es el mayor impulso,
lo que considero
aún teniendo dudas en Dios,
como la mayor bendición que se halla en mi corazón.

Escrito el 10/11/2014.

MI FUTURO HOGAR JUNTO A TI.

Agacho mi cabeza, un oscuro pasillo, en sus paredes láminas de algún famoso pintor, y a lo lejos una puerta cerrada, abriéndose a un mundo tan hostil como acogedor, a una historia de amor de la que en un futuro quizá debería partir.

Un sofá tiznado como de carbón, entre cuyos asientos a veces con arrebato nos brindamos caricias, hace contraste con una estancia de un blanco impoluto, cuyo olor es el que posee la libertad y la cárcel, el brillo en los ojos, y la pasión que siempre fue y será una senda de levedad, aventura, dolor y arte. Olor que poco a poco se esfuma, con el guiso de un te quiero, el aroma del tiempo compartido, y lo que está por venir y que aún desconocemos.

Subo la escalera sin resbalarme, gracias a lo duro del trabajo de mi padre, el hombre que me enseñó el buen hacer y la valía, la honestidad y el saber llevar por bandera los matices de una decente vida.

Sala de invitados aún por estrenar, despacho de estudios todavía por conseguir, ventanas bajas, resquicios por los que ocasionalmente saluda insolente el sol, habitación principal en donde ya se consumó nuestro amor.

Y en los dos finales un lavabo y un espejo, para limpiarse las heridas, y en donde verte tal cual te hicieron, sin ropajes vanidosos ni pudor traicionero.

Desciendo otra vez, cruzo el salón, el que se corona con la abstracta pintura de Morin, y en frente suyo observo el candor del abrazo que fotografié, el de una madre y su hijo, sintiendo como míos esos brazos, a pesar de que ese hijo no tuviera mi nombre, a pesar de que a menudo tú me notas lejano.

Por último me dirijo a una cocina en la que un frigorífico me da el calor del alimento, y este horno que aquí encuentro el frío necesario en la ilusión, pues congelado noto mi pecho, que no quiere despertar de su anhelado deseo, que sin embargo es sentido como de otro, ajeno a este corazón que se ve prisionero de la razón.

Y aunque no es nuestro hogar todavía, ya que lo es más de la mosca que se instaló en él, es por mí junto a tí la alegría pretendida, tú que eres esa eterna y bella imagen mientras duermo, porque con los ojos abiertos no existo, así sólo soy alguien que va pereciendo por dentro.

Sé que alucino al contemplar a cada instante tus ojos, y al sentir como en este momento el rozar de tu mano, pues iluso me entiendo, ya que en el paladar llevo el sabor de tus labios.

Mas no me pidáis que retorne a la realidad de estar sólo, a la verdad de levantarme para comprobar que no tengo en dónde caerme muerto, llamarme loco si es vuestro deseo, que yo prefiero vivir lo que vivo, a pesar de que únicamente sea un sueño.

Escrito el 09/11/2014.

CUATRO.

DÍA UNO.

Me comenta que mató a una cucaracha, tendrá que desinsectar su casa. También ha discutido con su novia, le ha amenazado con largarse, y además a su madre parece que le esta definitivamente venciendo el cáncer.

Miro mi café, él se bebe el suyo de un trago y pide un gin-tonic.

DÍA DOS.

Me comenta que al pasear por un parque vio a una paloma tumbada en la arena a la que le faltaba la cabeza. Su novia al amanecer se ha marchado, su jefe ha concertado con él mañana una reunión de urgencia, teme que su madre este empeorando.

Yo me pregunto si tanta dosis de negatividad me sentará bien, doy un sorbo a mi café, él pide un whisky doble.

DÍA TRES.

Me comenta que ha visto en el asfalto de su calle el cuerpo de un gato inerte, congelado por el frío. Su ex novia no contesta a sus llamadas, su jefe le ha puesto en el paro, y a su madre la han vuelto a ingresar.

Siento ganas de irme, de escapar de allí. Remuevo el café con mi cucharilla. Él parece algo borracho a estas horas.

DÍA CUATRO.

No aparece a nuestra cita habitual. Hoy no pido café. Voy a su casa y a lo lejos vislumbro luces de ambulancia. Pregunto al acercarme. Mi amigo se ha colgado de una soga.

Miro al cielo, parece un día totalmente normal, meto las manos en mis bolsillos, encamino mis pasos de vuelta a mi hogar.

Escrito el 04/11/2014.

MI ABUELA SAGRARIO A 31/10/2014.

Mente que sueña,
cuerpo menguante,
tiempo en espera,
alma distante.

A estas horas esa eres tú,
una orquídea salvaje y marchita,
luz lánguida de vela,
oscuridad entre la bruma y la tiniebla.

Belleza de dedo deforme,
espíritu en su eternidad navegante,
respiración pausada y en calma,
sentimiento puro de amor que a mi lado danza.

Visión de alegres y traviesos zagales,
sabor de agua fresca en Alcaudete,
sonríes al evocar un Ángel en tu Alcázar,
y añoras a esa ciudad que fiel contendrá vuestra historia.

Murallas que el cielo revienta,
lagunas de niños y celos,
rostro cansado de paz y paciencia,
esa eres tú abuela a esta maldita hora.

Y odio estas letras,
que ostentan mi adiós prematuro,
hace un instante te observé dormir a mi vera,
mas esa no eras ni serás nunca tú,
tan sólo era vacío y ausencia.

Mente que sueña,
cuerpo menguante,
tiempo en espera,
alma distante.

Persona siempre amada,
de cano cabello y despedida con alas,
espantaste cuando te vi todo el temor de mi pensamiento,
pues ante la muerte no aposento ya ningún miedo.

Escrito el 01/11/2014.