El sol de otoño entra por los cristales.
Me sorprendo mirando al gris asfalto.
Medito sobre lo que debo hacer, dudando de mi improbable valía. Sintiéndome abandonado, sintiéndome olvidado.
Como en tantas mañanas tristes como esta, intento recordar otras más felices. En las que me encontraba en la escuela, en una edad que lindaba entre la niñez y la adolescencia. Habitando en una tierra de miel, en donde todo lo que me rodeaba me ilusionaba. Siendo este un lugar, en donde me mostraba lleno de esperanza.
Reconociendo con amargura en este momento, que es una época ya pasada. Que sin embargo alivia mi angustia, siempre que consigo evocarla.
Como en tantas melancólicas tardes como esta, intento vislumbrar tu mirada, esa que se cruzaba siempre con la mía, puesto que ambas se buscaban. Paseando juntos por alamedas hacia tu calle. Despidiéndonos dulcemente en el portal. Sin atrevernos a besarnos, sin atrevernos a tocarnos, aposentando un deseo jamás realizado.
Siendo este mi primer sentimiento, el único que considero verdadero.
Como en tantas noches como esta lloro, al pensar que no te despediste. Que un mal día a la salida del colegio me topé con tu ausencia. Que al tercer día sin verte corrí desesperado hacia tu barrio. Llamando al timbre de una casa vacía, que me dejaba el corazón tiritando. Indicándome de este cruel modo, que intentase olvidar tu rostro.
Encontrándome así ante mi primera frustración. Teniendo que seguir de nuevo mi solitario camino.
Como en tantas madrugadas como esta, no puedo dormir. Entrándome dudas de lo que soy, de lo que hago. Viendo a veces tu presencia en la oscuridad, a mi lado. Notando ahora el vacío invadiéndome por dentro. Dando vueltas por esta helada cama. Que te echa de menos. Que retiene tu perfume entre sus sábanas.
Sintiendo hoy mi corazón hacia ti, una insensata añoranza.
Escrito el 28/10/2013.