EN OCASIONES TE OIGO.

A veces oigo a mi padre trabajar en el cuarto de al lado.

Estoy medio dormido y escucho el sonido de sus pasos, entre sus dedos la masa y la paleta, los movimientos cada vez más torpes, y su espíritu aferrándose a una ilusión, a un nuevo quehacer, sosteniendose en aquello que desde niño le enseñaron, nunca he visto en otro hombre encontrar en ello tanto placer.

Por momentos, a solas, pienso en la rigidez de mi educación, en todos aquellos instantes duros, en cómo de alguien que quizá era demasiado débil él consiguió extraer lo mejor. Y aquí estoy yo, sin haberle oído pronunciar nunca un te quiero, teniendo aún en el paladar el sabor de su ausencia, pero sintiendo nuestro amor mutuo, el que sólo se forjó con respeto.

Sin mi padre no tendría ni vida, ni personalidad, ni esta historia. A ratos soy él, puedo notar sus mismos defectos en mi persona.

Ahora estudio y trabajo, tengo un lugar propio en este mundo, un sitio que se aleja del que es su hogar, y nostálgico me pregunto, si sentirá como yo hice tiempo atrás, la falta de mi respiración en estos últimos años tan usual.

A veces escucho desde mi cama a mi padre trabajar, y por mi mente transcurren aquellas lecciones que de sus actos y palabras aprendí, miro las arrugas de sus manos en las mías, y en silencio siento cómo el tacto de su sangre caliente acaricia mis venas.

Padre, en ocasiones te oigo en mi pecho. Habitas eternamente en él.

(A MI PADRE)

Escrito el 30/10/2014.
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PERDONAD, PUES ME HALLABA PERDIDO.

Me levanto de nuestra cama como cada mañana, pienso si besarte en la frente, pero las prisas y el no querer perturbar tu sueño contiene este impulso, lo que es mi deseo.

Más tarde caeré en la cuenta del error cometido ya demasiadas veces, comprenderé las muchas ocasiones en que te hubiera merecido perder.

Salgo del piso que compartimos, vestido con mi traje caro, los zapatos bien lustrados, gomina en el pelo y algo de oro en mis dudosos dedos, esos que no saben si debieran volver a tocarte.

Cojo un taxi sin ganas, se adentra en las calles llenas de polución y ruido de un Madrid siempre desconocido, de aquella vorágine sin vida, de esos habitantes que en su mayoría se han olvidado de lo que es un latir puro, uno que sea sensible y honesto.

Miro el reloj de mi muñeca, ese cuyas agujas van demasiado deprisa. Me espera un gran inversor, una posibilidad de ascenso, un nuevo triunfo, el fracaso del que fue en el pasado mi sentimiento un tanto bohemio.

Papeles de cifras y estadísticas, sudor en mis manos, nerviosismo en el pecho, se acrecenta la velocidad de mi palpito, el coche se encuentra parado, noto en mi mente un intenso colapso, algo oscuro y triste, y me deshago el nudo de esta corbata que aprieta, pues necesito respirar aire limpio, escapar de este estado de agobio, de tremenda confusión, este estado de desespero y de ausencia.

Abro la puerta y vomito en el gris asfalto, pitidos truenan a mi alrededor, las piernas que dan pasos con torpeza, y mi cuerpo que se tambalea, que se siente cansado, que se rinde ante la presión, que se postra al darse cuenta de su desilusión.

Me siento en un banco cercano, observo a mi lado como un niño y una niña juegan con un simple palo, y los puedo ver felices, no precisan para disfrutar más que su imaginación y el tenerse unidos ambos.

Suena mi teléfono, ese que posee una capacidad y unas aplicaciones que no necesito, y me quedo mirándolo, no descuelgo, al poco rato silencio, oportunidad que se aleja, falsa victoria que ya no me espera.

Me introduzco en el metro, un indigente se acerca pidiendo, yo le doy el noble metal de mis dedos, pues comprendí lo pobre que me hacía, pues llevaba algo cuyo único valor es el artificial, el que le otorgó el mercado, comprendiendo que lo que vale más, lo que merece realmente la pena, es el amor hacia las personas, el cuidar de ese tesoro que son los más allegados tuyos.

De retorno a nuestro hogar, te hallo aún en el lecho, me quito aquel traje que no es más que un disfraz, y te beso en los labios sintiendote ahora muy adentro.

Abres los ojos, contemplo tu mirada, que se sorprende, y en tu rostro se dibuja una sonrisa, abriendo hacia mi tus brazos, los que desde ese momento me abrigan.

Me abrazas y acaricias, y yo, desgraciado de mi, te doy las gracias por no haberte ido.

Me he encontrado de nuevo, y sé que al estar perdido corrí el riesgo de olvidar ese amor que siento por los míos, intentaré que no se repita, aprenderé de la lección que me dio esta vida.

Escrito el 25/10/2014.

DESEARÍA DECIR A VICENTE AMIGO

En ese momento en que a Madrid llegaba el ocaso, en el que las luces de aquel teatro se fueron apagando, en cuyo silencio un único foco iluminaba el escenario, de repente el eco de unos pasos, el sabor a ilusión y a fuego, pues tu figura irrumpía en el escenario.

Empezó aquel sentimiento hecho vendaval que representa tu música, la respiración entrecortada, espectante y alegre que abrasa, el recuerdo eterno y perenne del maestro Paco, ya que hacia él fueron y por siempre irán los suspiros de aquel espectáculo.

Nunca contemplé en mi vida anterior a ese preciso instante, el dulce maltrato ofrecido a esas tensadas cuerdas que son tus amantes. La resonancia de aquella noble madera junto con el trabajado oficio de esos tus fieles acompañantes, hicieron que la sublime MUSICA, con todas sus letras en mayúsculas, alcanzara anoche seguro el palpitar de los Dioses.

Tan sólo yo quisiera decir humilde a este creador de sueños, compadre que es de la evocación en sus melodías, que los ojos de este aspirante a escritor decente pudieron observar ayer por la noche, cómo un hombre pleno de locura y de pasión consumaba la eternidad de su amor hacia una guitarra.

Pues la belleza de aquellos acordes que en acertadas ocasiones se hallaban impregnadas de una imponente voz, rasgaron esta cansada alma cuya sensibilidad se encuentra algunas veces perdida y marchita, y esta piel que aún vibra y se emociona por lo que vio y escuchó, ya que no hace falta ser ningún entendido para comprender y sentir que el arte fluye por las venas de Vicente Amigo.

Al guitarrista Vicente Amigo.

Escrito el 22/10/2014

EL MELANCÓLICO ESCRITOR.

Hoy salí a mi calle a pisar todos sus charcos,
y se puede ver un arco iris recorriendo mi pecho,
pues sé que soy eterno aunque mi cuerpo esté de paso,
pues perduraré por siempre en tu sentimiento.

Sólo tú posees el mapa que te puede guiar a mi alma,
sólo ante ti por completo me desnudaría,
pues entiendes que aunque mi escritura a menudo es amarga,
son únicamente letras que intentan estar llenas de empatía.

Ten así claro lector,
que en mi proyecto está el pretender aliviar levemente el desamparo,
comprende tú ahora mi amor,
que mi felicidad está en poseer un folio y un lapiz al igual que en permanecer a tu lado.

Mas si tú en alguna mañana de desolación te vas,
y si mis dedos nunca más pudieran sostener una pluma,
buscaría otra pasión que mi sensibilidad pudiera amar,
no me permitiría volver a vagar por ninguna oscuridad y su bruma.

Porque la vida tiene sentido,
es la sabia lección que aprendí,
ésta es que mientras te queden latidos,
debes descubrir lo maravilloso que hay más dentro de ti.

Y no desfallezcas nunca,
por muy perdido que estés,
a veces sé que vivir esta vida asusta,
no olvides que tienes que cumplir un sueño, se constante en él.

No busques imposibles,
deshecha la idea de no poseer ningún don,
cosas totalmente increíbles,
las consiguen el tesón y la pasión.

Por ello puede que mi rostro rara vez sonría,
y que yo ostente una imagen de persona pesimista,
que mis papeles estén impregnados del perfume de la melancolía,
pero mi corazón no dudes que late y revienta en risas, porque siente una inmensa alegría.

Escrito el 20/10/2014.

MOMENTOS DE CIERTA RABIA Y ALIVIO

Ella recorría los vagones de aquel Metro con su andar patizambo, su obesidad la arrastraba no sin un gran y penoso esfuerzo, la ropa la llevaba sucia, raída y con un olor semejante al que seguro tiene el sulfuro hirviendo en el infierno.

Su piel era de color negro, su rostro ni feo ni muy bello, su mirada la tenía perdida, y la voz que salía de sus labios pedía únicamente alimento o dinero.

Pronunciaba palabras prohibidas, nombres tabú en cualquier pensamiento, el de una enfermedad poco conocida, que es atrayente sólo en la pantalla del cine, siendo sin embargo después en la cruda realidad marginada, para muchos merecedora del mayor de los desprecios, y para otros de una compasión poco efectiva y demasiado idealizada.

Yo conozco muy bien aquellos procesos, los episodios y la oscuridad de su abismo, por eso la puedo llegar a entender, porque en parte yo también llevo el mal que muestra ella por dentro.

Reconocí esa mirada, la que observa sin ver auténticamente, y la saliva que caía por la comisura de aquellos inseguros labios.

Entonces me dominó aquella sensación a muerte, la que se siente en ocasiones dentro de esta vida, en la que el último adiós se descubre a veces como tu única salvación o victoria, y saboreé en mis carnes aquel indeseado rechazo, el de la mayoría de aquellos necios pasajeros, que rehuían su presencia, que sin darse cuenta le clavaban un puñal en la espalda, despedazando ese corazón enfermo, al igual que hacían lo propio con la sensibilidad que posee el mío. Por esto ruego si existe Dios, aún siendo consciente de mi osadía, que venga aquí abajo y me explique el porqué de aquella injusticia.

Pasó a mi lado y noté cómo la rabia y la vergüenza se apoderaban de mí. Vergüenza porque no supe qué decirle, rabia hacia mi mismo por no hallar el modo de explicarle que siempre existe alguna temporada de descanso de aquella pesadilla, que es posible mejorar, también que es peor que la gente conozca de ella esa palabra, pues nadie la quiere escuchar a su vera, queriéndote mantener fuera de lo que es su ciega existencia.

Mas mi boca calló, mi cuerpo se esfumó de aquél tren con alivio, mis pasos resonaron por otros pasillos, aunque mi alma permaneció en aquél melancólico vagón, pues su respiración y el latir de su pecho eran también en parte los míos.

Ella sé y comprendo que no era ni es un despojo, tampoco alguien no válido para una sociedad que de por sí no tiene ningún sentido, sólo necesita como tantos otros una mano que se le tienda amiga, una ilusión que le de impulso, lo que hoy no supe y a lo mejor hice bien en no proporcionarle.

Ya que todos alguna vez necesitamos cierta ayuda, la necesaria en cada momento, no la que únicamente está condicionada por la empatía o por la caridad, y lo que sé y vi es que ella era y es ante todo un ser digno de respeto, alguien que únicamente precisa que le arreglen las alas, para así poder por sí misma ser libre de aquella carga que ostenta, e intentar iniciar después con tesón y valentía el camino que la guíe hacia su propia felicidad.

Escrito el 17/10/2014.

INSTANTES QUE HUYEN.

Tiempo de lluvia intensa,
de hospital en un polígono en Alcorcón,
de agarrar tu mano temblorosa con fuerza,
mientras se escucha el tic-tac de un reloj.

Imágenes de alegría en tu pueblo,
de un Ángel en lo alto del Alcázar,
de ese Dios que no hace nunca prisioneros,
nuestras cicatrices son meros recuerdos en el alma.

Vigor que de tu cuerpo poco a poco se olvida,
en este cuarto que hoy y siempre se pintará de gris,
cano es tu pelo y oscura cada vez más la vida,
lo que ahora siento sé que eternamente permanecerá en mi.

Momentos que de mis dedos se escapan,
instantes que de mi memoria cansada huyen,
tan sólo son éstas unas zafias palabras,
que por mis amargas lágrimas en este papel se diluyen.

Mi abuela se acerca a su último adiós,
y mis amados padres lo contemplan de cerca,
aprendí que el tiempo y la muerte de nadie tienen compasión,
por ello vive,
disfruta de los tuyos,
ante esta levedad sonríe,
jamás retengas por esto una profunda pena.

Escrito el 13/10/2014.

DESTIERRO DE ÉSTE, MI CORAZÓN MELANCÓLICO.

Deseo que las amapolas florezcan este invierno en el campo,
y una primavera eterna surcando mi pecho,
saliendo de tus labios siempre el dulce sonido de un «te amo»,
y proclamar contra tí una guerra de pasión en mi hasta hoy solitario lecho.

Amaneceres en nuestro horizonte llenos de esperanza,
noches en las que no derrochen lágrimas con tristeza tus ojos,
disfrutar de esta libertad que atado a ti ahora posee mi alma,
yo prometo hacia el Cielo que al sentimiento sentido le cuidaré y le echaré mil cerrojos.

Ya que deseo que tu belleza ronde la plaza de mi mirada,
colmar tu cuerpo de besos a todas horas,
que se ausente de nosotros la falsedad en las palabras,
porque las penas más profundas en este mundo a tu lado me sobran.

Anhelo soñar este presente día tras día,
y hacerlo sin perder detalle bien atento,
puesto que soy un loco aprendiz de amar a esta vida,
desde que en las calles de Madrid te dije por sorpresa un «te quiero».

Por ello cuando te conocí desterré con sinceridad mi conocida melancolía,
no dudes de que contigo en esto, como en todo, soy honesto.

Escrito el 03/10/2014, publicado el 07/10/2014