Dibujante del número
y el esquema,
pintor de uno de los estanques
de su ciudad,
ser coherente,
jamás un espíritu en pena,
rígido fue como una
barra de hierro,
le ablandó su vejez,
le hizo una persona más bella.
Confidente de mi abuelo,
diestra perpetua de ese gran torero,
a los dos los quiero y los quise,
a uno conocerle intento,
del otro tan solo pude ver su eterno reposo,
únicamente pude rezarle a los pies de su tumba.
Nunca llegarás ni siquiera a intuir su pensamiento,
mar que es de zonas oscuras,
profundidades que con él se irán al firmamento,
y en mi recuerdo una retahíla de saberes.
Por favor,
no dudes nunca de su escondida bondad,
protégete bien si se enfada,
pues él es huracán y tormenta,
abrazo y sosiego,
estaca que hiere,
alegría y lamento.
Dureza que quema,
ojos que convierten en piedra,
muere tu pasión por él,
si conseguiste amarle
crece tu alma y tu condena.
Fue ausencia constante en su casa,
presencia perenne en mi pecho,
valiente, si la sangre no brota,
cantautor de su lluvia,
comandante que ordena con la palabra.
Este es en parte mi padre,
ese soy en esencia yo,
somos marineros sin ventura,
de los que dan su fe
sin cambiarla por nadie y por nada.
Tozudos y displicentes,
serios de profesión,
cicuta en tu pensamiento,
nobles por vocación.
También crecimos siendo
cascabel de serpiente,
ni Demonios traicioneros
ni Santos de relicario,
mordedura sin suministro de alivio,
perdón otorgado pero jamás olvidado.
ESCRITO EL 22/03/2015.
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