BURN

Desde hace algún tiempo yo no era el mismo. Me percaté realmente al percibir el espesor de humo que me dejaste al partir ayer. Me levanté al día siguiente y la fría mañana ardía. Mis suelas iban dejando un rastro de goma por el asfalto y al llegar a la estación el torno se puso incandescente justo cuando posé mi mano en él. La gente me rehuía, se apartaba dejándome sólo en el vagón, y al poco llegué al trabajo.

 

Al intentar pulsar la tecla de arranque de mi ordenador éste empezó a chisporrotear y la pantalla no se encendió. Entonces cogí el teléfono de mi mesa para informar de la incidencia, pero no parecía emitir ninguna señal y sorprendido vi como gotas de plástico caían hasta las baldosas del suelo pues aquel aparato se estaba derritiendo. Algún que otro compañero pasó a saludar, pero se largaban sin pronunciar palabra cuando  apenas yo ni levantaba la mirada.

 

Curiosamente, siendo pleno invierno se puso refrigeración elevada en el edificio, pues parecía que dentro de él se había formado un microclima asfixiante, y así transcurrió la jornada hasta que llegó la hora de salir.

 

De regreso en el metro de nuevo solo en el vagón, en mi barrio, del contenedor de basura salían llamas, y los perros sacaban la lengua y jadeaban. Me crucé con un vecino en el portal que sin  más retrocedió como si no me hubiera visto para ocultarse en su hogar, y así,  algo cabizbajo, yo entré en el mío.

 

No había nada de ruido, no entraba nada de luz, no se hallaba en aquella vivienda ni tu mirada ni tu voz. Me fui a la cocina a freír un filete en una sartén mas de pronto me entró una extraña sensación. Fui hasta el salón y pude ver que en efecto era cierto, todos mis libros, mis escritos que se encontraban encima de mi escritorio, mis cuadernos de notas, todo era en ese momento cenizas. Algo se estaba quemando. Corrí hacia la cocina, pero la carne permanecía cruda y el fuego continuaba apagado.

 

 

Escrito el 12/03/2019