UN CAMINO DE ÁLAMOS.

Con sus pies descalzos esquiva los cantos que se instalaron insolentes en aquella tierra, la misma que ahora es barro y que ostenta las hojas marchítas que atrajo el otoño, y todo a su alrededor tiene un sabor a fruta amarga, y un hedor que proviene de un abismo que tan sólo contiene una humedad que es salada. Mientras, ella puede ver cómo las espigas del campo se clavan en el pecho de aquellos seres que le son más queridos, aquellas personas que a ambos lados del camino agachan la cabeza al levantar la vista hacia su ocaso.

Sin más, lo que había en ella de oculto sale a toda luz en imágenes confusas, diluyéndose al instante en su alma con el empuje de todas nuestras lágrimas. Al observarla allí, personalmente pienso, que sin su voluntad, sin su deseo, no hubieramos podido tener ni manos, ni lengua, ni labios, siendo tan sólo todos nosotros espíritus errantes y erráticos, quizá albergando cada uno por separado unas ansias irrefrenables por existir, y a esas ansias desesperadas tan sólo ella les dio lo que ellas mismas tanto esperaban, pues nos otorgó lo que en este momento es lo más valioso, lo que podemos denominar «nuestra vida».

Esa dama es el principio que conocí, después nacería de ella la continuación, y ésta, llena de amor, alumbraría a su vez a un ser que soy yo, un varón que ya nunca más será fin.

Se oye en este atardecer a algunos niños reír, se realizan en nuestro entorno danzas de familiares que todavía no poseen mucho sentido del ritmo, bailes inocentes de aquellos que nos verán también en el futuro partir….

Y es que su sangre es a esta hora un río en el que ella nada, y cada latido nuevo es un zumbido que se le apaga. Imagino que en lo profundo de su memoria renace el pueblo manchego de su adolescencia, y en él, una anciana mantiene la lumbre y un hombre serio suelta a propósito un plato que se hace añicos, seguramente ella comprende que lo recogerá únicamente en su mente, cuando la paz y la oscuridad de la noche estén a punto de penetrar en su cuerpo.

Sí, mi abuela sueña en este momento, y se percata que al fondo de la alameda se encuentra el hombre que siempre la ha amado, éste ahora se halla entre una nebulosa de luz sin tinieblas, y la espera con los brazos abiertos, pues su amor nunca se fue, permaneció en su interior ardiendo….

Y le sonríe, le acaricia, y se acurruca entre sus manos. Juntos se adentran en la profundidad de ese mar que es y será nuestro destino….. Y yo, compruebo en la plenitud de mi cansancio no sin cierta nostalgia, cómo ellos dos, totalmente rejuvenecidos y felices, dan pasos firmes hacia la eternidad que aquel Dios en el que tanto confiaron les ha reservado….

Sin embargo, también miro a los que aquí se quedan, a sus hijos, a mi madre, y noto cómo todos se van sintiendo a cada cadencia de su respiración, a cada goteo de suero, cada vez más huérfanos… Pero a pesar de nuestra pena, mi abuela tengo el convencimiento de que se adentra en ese mundo en el que ella siempre tuvo tanta Fé.

Eso no deja de lado que el principio que conocí se está yendo, y yo salgo del hospital a pasear por un camino de álamos, a su término me esperas tú, mi amor, y la mujer que dejé hace un momento atrás empiezo no sin cierta rabia a entender, que en breve se convertirá para mí, en uno de los más maravillosos recuerdos….

(A mi abuela, a sus hijos….)

Escrito el 05/10/2015.

NO SE LO MERECE.

No me pararé jamás, no tiraré la toalla, nunca pensaré que mi lucha es en balde, ni a un día que se encuentre lleno de brillo le pondré un disfraz gris.

No derramaré ni una lágrima de más ni una de menos, no permitiré que la tristeza se expanda en mí por mucho tiempo, eso es lo que aprendí de ti, no te mereces ahora que renuncie a nada, ni que me rinda al lamento.

Aún recuerdo aquellos listados de antaño, aquellas conversaciones sobre que no había excusas, sobre lo que tenía que hacer. Tú me diste ante lo que me rodea una nueva perspectiva…. y por ti soy más tolerante, mucho más consecuente, en vez de un enfermo soy un hombre, me enseñaste a nunca levantar los pies de mi suelo, a pesar de que éste a veces se desmorone.

Y me viene a la memoria aquella tos, y mi promesa de escribir la historia que nos unió, tu sonrisa entre afable y resignada, mas nunca te vi desfallecer, por eso y por todo lo que me mostraste yo no debo pararme ante nada.

Estuviste en aquellos momentos en que mi futuro se presagiaba sombrío, mientras otros especialistas me daban por perdido, tú junto con algún otro apostasteis fuerte por mí, no permitisteis que me devorase aquel cruel y profundo abismo, por eso os debo como mínimo lo que ahora sé de la esperanza, mi lucha, el amor por la vida, y el despreciar la derrota hasta que sea evidente que no queda otra.

Aprendí que mi diferenciación es hermosa, que el eterno mañana siempre arrastra las penas, y que en algunas ocasiones hay que saber decir no, pues si no lo haces es como una condena. Aprendí que nada se merece un gran pesar, por eso ante tu muerte miro sonriente a este cielo que se halla inundado de sol, aunque me cueste, aunque el llanto vaya por dentro, pues te mereces a partir de ahora mi fortaleza, más que nunca por ti que yo mire al horizonte lleno de ilusión, y que me sienta afortunado, a pesar de lo triste de tu ausencia, a pesar de que te marchaste y no volverás a estar a mi lado.

( Hace una semana se murió la psicóloga que me ayudó a salir adelante, una gran persona, y sobre todo una excepcional amiga. Descansa allí donde estés, mi proyecto y mi promesa siguen y seguirán en pie, lo que de ello consiga sabes que en gran parte es gracias a ti).

En memoria de Elsa Gil.

Escrito el 11/07/2015.

MI ABUELA SAGRARIO A 31/10/2014.

Mente que sueña,
cuerpo menguante,
tiempo en espera,
alma distante.

A estas horas esa eres tú,
una orquídea salvaje y marchita,
luz lánguida de vela,
oscuridad entre la bruma y la tiniebla.

Belleza de dedo deforme,
espíritu en su eternidad navegante,
respiración pausada y en calma,
sentimiento puro de amor que a mi lado danza.

Visión de alegres y traviesos zagales,
sabor de agua fresca en Alcaudete,
sonríes al evocar un Ángel en tu Alcázar,
y añoras a esa ciudad que fiel contendrá vuestra historia.

Murallas que el cielo revienta,
lagunas de niños y celos,
rostro cansado de paz y paciencia,
esa eres tú abuela a esta maldita hora.

Y odio estas letras,
que ostentan mi adiós prematuro,
hace un instante te observé dormir a mi vera,
mas esa no eras ni serás nunca tú,
tan sólo era vacío y ausencia.

Mente que sueña,
cuerpo menguante,
tiempo en espera,
alma distante.

Persona siempre amada,
de cano cabello y despedida con alas,
espantaste cuando te vi todo el temor de mi pensamiento,
pues ante la muerte no aposento ya ningún miedo.

Escrito el 01/11/2014.

A LA MUERTE DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.

El otoño que aún se halla lejano, retornará con su luz ocre de nuevo, pero esta vez sin uno de sus patriarcas, uno menos estará en él de lo que es hecho excelsamente bello.

Nos quedamos con su imponente obra, repleta toda ella de un verbo sincero, y comprendo en este instante gracias a su destino que a la vez es su desgracia, que mi amor y otros demonios por lo literario es lo que anhelo.

Cien años aún no refleja en el espejo mi cuerpo, pero en él se atesora la soledad de toda una vida, espero en mi trayecto relatar más de doce cuentos, peregrinos todos ellos de la oscuridad y de una a veces falta de vitalidad sentida.

Mas mi amor encontré cuando yo mismo decidí escapar de una cruel enfermedad, tus tiempos del cólera son los de mi depresión, pero en ellos nunca encontré mi felicidad, la que ahora proporciona a mi pecho lo que es la mujer que me dio paz.

En todos tus cuentos hay impregnadas gotas de maestría, que forman un mar en el cual yo soy como un naufrago entre todo tu arte, pues jamás podrá mi pluma contar como tu lo hiciste una increíble historia, la de mi cándida y dulce abuela, aunque quizá si lo haga de mi mente triste y desalmada.

También la anuncio, porque sé que algún día hallaré la muerte, aunque sospecho que no será motivo suficiente, para que ningún otro escritor realice una crónica elocuente.

Ayer García Márquez te has ido, te guardo con este humilde texto y con el contenido de tus libros en mi memoria, seguiré con humildad tus pasos, consciente de antemano de no alcanzar nunca tu altura,  pero ello te aseguro que no es ninguna derrota.

Escrito el 18/04/2014.

UN INSTANTE.

Hace un momento he leído el texto sentido de un amigo, y la belleza de sus palabras ha conmocionado mi espíritu. En él da las gracias a un ser querido, y yo se las doy a él por haberlas compartido conmigo.

Hoy continuará para él el gorrión y su canto, verá mañana amanecer  junto a la preciosa mujer que su libre corazón ha derrotado, las flores crecerán en el campo, y las mariposas revolotearan plenas de alegría a su lado.

Los ríos seguirán su cauce hasta el mar, y el trabajador continuará surcando la tierra con su arado. La ciudad despertará, llena de humo y de tráfico, y a ella la oscuridad llegará, cuando termine su ocaso.

El mundo seguirá igual, las estrellas del universo seguirán brillando, sin embargo todo para él, habrá irremediablemente cambiado. Melancolía tendrá, puesto que un ser amado se ha marchado.

En este día en el que el sentimiento impera, mi fiel amigo vio cómo su abuelo dijo un último adios, reposando sin más sufrimiento ni espera.

Ahora deberá evocar los buenos momentos, se tendrá que quedar con la imagen de aquel anciano cuando feliz bailaba y reía, con la sensación al reposar en su regazo, y cuando dio sus primeros pasos agarrado de su mano.

Sé que luchará en parte por él en su vida, y siempre le tendrá presente en su pecho, puesto que es el lugar dónde se tienen que hallar los seres queridos, sintiéndolos cercanos en todo momento.

Te expreso con mi debilitada Fe, que cuando la inevitable oscuridad se tope en tu camino, cara a cara te encontrarás con él, y ten seguro que pasearas de nuevo con tu abuelo de la mano, pues en la eternidad de vuestro mutuo amor estará vuestro destino.

Porque en un instante se fue, pero siempre seguirá en ti vivo.

Con todo mi afecto y cariño, en un momento complicado de un amigo.

Escrito el 14/02/2014.

LO TUVE QUE HACER.

Hoy maté a mi mejor amigo.

Los raíles me conducían a su lado en este día gris, el viento agitaba las ramas de unos árboles desnudos, y las golondrinas parecían ausentarse del campo, mientras, el tren que me trasladaba circulaba raudo a través de un puente pintado del color de la esperanza, aunque hoy con crueldad, su susurro de acero quiso mentirme.

Al llegar a mi hogar, llamé al timbre para comprobar si escuchaba el alegre ladrido de Niko, pero el profundo silencio hallado me sobrecogió el pecho, el mismo que ahora anida en mi alma por su duelo.

Él se encontraba tumbado, sin apenas emitir ningún movimiento. Su rabo quieto, el hocico hinchado y mis padres aguantando un llanto de desconsuelo, hundidos mientras yo caía cada vez más rápido en un abismo de dolor.

Ya en el veterinario, la espera de algo que era inevitable, el reloj transcurría con lentitud, pero el tiempo pasaba deprisa. Él sabía que le esperaba la muerte, y yo únicamente podía brindarle mis caricias, mis besos, sosteniendo su cuerpo en mi regazo, aguantando unas lágrimas que sin querer brotaban de mi rostro, él permanecía tranquilo, sosegado, aguardando a que le calmaran el dolor que ahora tenía.

Un maldito cáncer había dicho que aquél debía ser su fin, y yo asentí, como el emperador que en los juegos baja el pulgar sentenciando al guerrero. Permití que le pusieran un elixir que atrae a Morfeo, de tal intensidad, que de este dulce sueño jamás retornará.

Nikomedes, sólo deseo pedirte, que me concedas tu perdón, por quitarte la vida, pues no quería ver tu sufrimiento. Me quedé contigo hasta el mismo momento en que tu latido te dio la espalda, abandonándote, y me enorgullezco patéticamente de haberte dado ese último beso antes del leve suspiro que te alejó definitivamente de lo que es existir. Eso, te juro, es lo único que pude hacer por ti.

Y quizá esto sea una porquería de texto, pero era lo que en este momento necesitaba plasmar, pues un amargo ácido me corroe las entrañas, y el veneno de la tristeza recorre mis venas.

Hoy no quiero nada bello, no deseo ningún tipo de elogio, puesto que te fuiste, no quiero que mis oídos escuchen aplausos.

Hoy maté a mi mejor amigo, y esto es lo más sincero que nunca he escrito.

(Dedicado a Nikomedes en el día de su sacrificio)

Escrito el 28/01/2014.

 

EPITAFIO I

En el ocaso de la existencia. Cuando la añoranza invade el sentimiento e impera la más temida oscuridad. Hallándose todavía en ti un pequeño halo de luz. Un leve resplandor. Que se aleja. Que huye de su morada carnal. De su cárcel dorada. Siendo en breve tan sólo alma en tránsito.

Ocultando de tu mirar melancólico y de tu debilitado pecho. Aquellos montes. Aquel mar embravecido. Tan azul. Tan salvaje. Recordando aquel atardecer al lado del ser amado. Despidiéndote en ese instante de la amarga soledad. Cuyo sabor es notado ahora en tu boca. Con una incierta brisa robando tu ansioso corazón. Que quiere volver a querer. Que desea alcanzar de nuevo la luna. Pero que contiene tu ultimo latido. Permitiendo escapar rauda tu vida.

Representándose nítida. En tu de repente extraña lucidez. Que evoca un patio de colegio. Una carcomida mesa de estudio. Un fiel compañero de fatigas. Un libro casi acabado. Cuya tinta se agotó. Llegando a su esperado final.

Regresando de este modo al dulce besar de la madre. Al confortable abrazo de tu padre. Que al contacto alivia tu sufrir. Acogiéndote en su seno. Del que ya nunca escaparás. Puesto que entregaste al cielo un ultimo hálito. El último que mantenían tus pulmones. Que en este instante se pudren en silencio. Bajo una losa decadente. Que se halla eliminando todo el rastro humano que en ti quedaba.

Puesto que tu existencia ya se ha extinguido. Se fue de la mano de la más bella dama. Cuyo nombre es muerte. Y que ahora eternamente te acompaña.

Llegando de este modo el momento en que expira tu inacabada y triste obra.

Escrito el 24/08/2013.

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