UNO DE MIS MEJORES RECUERDOS.

En mi recuerdo siempre estará una tarde de domingo, en el que estamos en un jardín con caminos repletos de lavanda y rosas, sintiendo una sensación de alegría y de calma, y tu figura imponente que en ese instante me pareció la más hermosa de todas las cosas.

Tu pelo cano lo movía con suavidad el viento, arrugas de experiencia surcaban tu rostro, por ellas se derramaban lágrimas tan valiosas como el oro, pues ver tu ilusión y tu alegría es para nosotros el más preciado de los tesoros.

Caminaría tres días sólo por contemplar un instante tu sonrisa, recorrería el mundo por estar para siempre a tu lado, rezaré a nuestro Dios para así reducir tu posible sufrimiento, pediré que el amor que siento tuyo te lo devuelva Él mitigando tus lamentos.

Porque tu felicidad no la paga el dinero, y la mía es verte a ti sonriendo.

Por ello en mi recuerdo siempre estará una tarde de domingo, y tu expresión emocionada al descubrirme a tu lado, el sabor en mi mejilla de un beso tuyo, y al notar tu caricia el más dulce de todos los tactos.

Escrito el 29/06/2014

Dedicado a mi abuela María del Sagrario Calderón Muñoz.

PALABRAS SIN ARTE

Mantenerse estable a base de amargas pastillas, vivir pendiente de un fármaco que no puede variar la existencia, aunque dicen que es necesario para vislumbrar un sesgo de esperanza, la realidad es que se asemeja a estar poco a poco más muerto.

 

En momentos tan duros como este, no creo en historias felices, ni en  que me otorgue el dolor y su crueldad una prórroga, pues mi amor fue  frustrado, y una gota de sangre brota de mis manos, pues es consciente de que te hallas muy lejos, y mi corazón te siente ausente, ya que una espina en él has clavado.

 

Y es que la soledad es la mente donde habito, y mi alegría una absoluta utopía, clavaron la oscura bandera de la melancolía en mi pecho, y todo a mi alrededor se convirtió desde entonces en un vacío desierto.

 

Gentes que vienen y se alejan, algunos curiosos que se acercan para observar al extraño bufón, ese que les mira con expresión indolente, el mismo que en mis entrañas se aposenta.

 

Él tiene un alma con plenitud de tristeza, ojos que sin quererlo muestran un llanto, pues no desean contemplar su existencia, ni  comprobar su sinsentido al no poder tener junto al suyo tu tacto.

 

Ruego que no haya nunca ante mí más montañas, que de tanto escalarlas ya me he cansado, sólo deseo una sosegada paz que me aleje del ruido, y de toda esta salvaje tempestad que hace estremecerse a mi humilde navío.

 

Debo  de confesar que tampoco tengo donde caerme muerto, mas nadie dirá maldades cuando se halle en mi velatorio. Sin embargo sí hacen lo propio ahora, pues critican sin conocer de este ser ningún motivo ni circunstancia. 

 

Además, sé que jamás nadie ha tenido fe en mi camino, por eso desde ya a todos los presentes les pido, que dejen de instarme para que muestre una falsa sonrisa,  pues nunca supe con mis sentimientos ni especular ni fingir.

 

Ciudad odiada, en ti permanezco no por voluntad propia, sino por toda mi mediocridad demostrada. Tren que huye de ti en todos mis amaneceres, cuyos rayos me brindan tu tedio, atardeceres que me devuelven con pesadumbre a mi cárcel, sin tener mi persona nada de ánimo ni sentir en mi piel ningún rastro de entusiasmo.

 

El tiempo transcurre deprisa, y yo estoy en él de tránsito, en mis palabras no hay atisbo de arte, ni en mis escritos nada que pueda proclamarse delirante. Y es que a pesar de lo que el resto del mundo diga, yo seguiré siendo yo mismo, esa persona alada y distante, que ya no desea nada de nadie ni tener con ellos conflictos.

 

Y es que el alba envuelve otra vez nuestras vidas, y mi alma últimamente siempre a estas horas  se oculta, pues en esta existencia decayó su espíritu de lucha, al tener que sufrir en ella tanta injusticia y heridas.

Escrito el 26/04/2014

EL CONCIERTO.

EJERCICIOS DE REDACCIÓN. (PARA EL CURSO DE ESTILO)

-Hágase una narración evocadora de un concierto. (Medio folio máximo).

En la imponente y oscura sala del Teatro Real, se elevó un sonido de violines y timbales que se repetían en el tiempo, haciéndolo todo opresivo y monótono.

Encima del escenario se divisaban seis figuras negras, cada una de ellas en una postura diferente, que sobre un fondo verde y separadas las unas de otras por anchas columnas, se movían con la cadencia del ritmo de aquella música, cambiando así muy lentamente de postura, reflejo de lo que interpreté la falta de poder de transformación del ser humano en esa atmósfera asfixiante y continua en la que se basa la vida.

Gracias a un efecto de luz, el negro de aquellas figuras iba con el tiempo transformándose en un blanco intenso, signo de la ambivalencia del ser humano.

Ante tal espectáculo, la mayoría de los espectadores, habiendo pasado tan sólo cinco minutos, no pudieron soportar aquella realidad, y se levantaban de sus asientos con el ánimo malhumorado, decepcionados ante quien había osado a mostrarles su verdad, como ve el autor la existencia.

Pocos fuimos los que nos deleitamos con aquella obra, quizá los mismos que somos incondicionales a esa visión de la vida, que en su obra refleja tan magistralmente Samuel Beckett.

– Hágase una versión muy activa y presencialista de la misma narración (Medio folio máximo).

Entro a la espera de que empiece la función, una señora mayor me pregunta si conozco la obra de Samuel Beckett, el destinatario de aquel homenaje. Le digo que es mi escritor favorito, y ella me pide que le hable de alguno de sus relatos o cuentos. Yo me dispongo a comenzar con entusiasmo a hablarle de aquello, cuando las luces se apagan y de inmediato la música empieza.

Me disculpo y me acomodo, escuchando aquel sonido monótono y acompasado que me oprime un poco el pecho, mientras vislumbro unas figuras que expresan un leve movimiento en el escenario al compás de aquella música, que dentro de esa angustiosa cadencia me parecía bella, llena de sensaciones que ya he vivido, todas ellas juntas en aquel momento.

Sin embargo,  la mayoría de los espectadores se levantaban y se marchaban, y la señora que se encontraba a mi lado empezó a resoplar y a conferir exclamaciones como: ¡qué barbaridad!, ¡qué espectáculo tan soporífero!, marchándose ella también al poco tiempo.

Allí nos quedamos unos cuantos incondicionales, a los que nos parecía algo bello lo que a otros les parecía algo totalmente horroroso.

Escritos el 08/02/2014.

 

MI ABUELA Y LA MÚSICA.

La amada anciana que se encuentra en esta fría tarde a mi lado, en la humilde biblioteca de este madrileño centro geriátrico, parece tranquila y deleita su oído con antiguas canciones, las cuales escucha con atención, pues es una música que proviene de aquella lejana edad en la que joven se sentía.

En esta sala hay colgados unos cuadros de color ocre, lirios y tulipanes decorando toda la estancia, y en un lateral hay una ventana que da dirección norte, a través de la que se vislumbra un jardín esperando su despertar a la mañana próxima. También se encuentra un reloj del que parecen retroceder las manijas, ya que sus palabras sólo al pasado una y otra vez retornan, en él recuerda la rígida figura de su padre, y como conseguía que las campanas de una antigua iglesia resonasen por la aridez de la campiña. Dice que un buen día aquel hombre se quedó dormido, postrado en su lecho de sábanas raídas, y pienso que seguramente ella le acompañará pronto en ese largo viaje, pues la naturaleza jamás a nadie le perdona.

A sus noventa y cuatro agostos todos saben, que ya está muy cerca la guadaña con ese corte que le abrirá las puertas del cielo, así la muerte la tenderá al fin con dulzura los brazos, para recoger su cuerpo en su seno, manteniéndolo con su agradable calor eternamente.

Aquí está, en una silla con ruedas su porte permanece erguido, tiene el pelo cano y su dedo se asemeja a una porra, un rosario blanco que le regalé está aposentado sobre su pecho, y una cadena de plata con la Virgen del Sagrario la lleva pendida de su cansado cuello, aún conserva el anillo de ese amor que se halla ausente, y por terminar, las arrugas que surcan su rostro, la barbilla cada vez más hundida y su voz que en este momento se puede oír debilitada, revelan unos años, en los que la experiencia suele esconderse haciéndo perder con frecuencia la cabeza a cualquiera, y desestabilizando a menudo el ánimo y la mente.

Sin más que reflejar en este texto, esta es hoy mi abuela, en una tarde de finales de enero, en la que tengo la esperanza e ilusión de que si próximamente llegase su hora, lo haga sin dolor ni ninguna cruel pena.

Deseando poder verla en otro cercano atardecer, antes de que su alma deje atrás la mundanal existencia, y también que mis ojos puedan contemplar hasta mi vejez, toda la felicidad que se puede encontrar en esta vida, y que en este momento la puedo observar en ella, cuando tararea una antigua canción y siente con sincera pasión toda su musical belleza.

Escrito el 30/01/2014

SOY.

No pienses que soy Poeta, ni pensador ni escribiente. Sí una persona que en este momento escribe, que a veces se expresa con una afortunada rima, y que pretende buscar el saber y el comprender, pero que ignorante se ve y se entiende.

No aposento la esperanza del siempre traicionero éxito, ni temo al fracaso. Mas si el éxito llegase, le abriría mis brazos con cautela, y si el fracaso retornase, mi corazón ya no sufriría ningún desengaño, porque su amargo sabor todavía en mi paladar se hospeda.

No pienses que aunque te odie, no te amo intensamente. Que a pesar de que muchos de mis textos sean tristes, no siente alegría con su melancolía mi pecho. Puesto que aunque como un apesadumbrado y oscuro personaje me veas, la felicidad por esta vida, no lo dudes, llama todos los días a mi puerta entreabierta.

Y ten en cuenta que todo lo hecho por mi está hecho por bondad, y que si de maldad es mi imagen, únicamente podrá ser porque me mantengo fiel a mis rígidos principios, que son de honestidad salvaje, a pesar de ser a menudo como un propio perjuicio sufrido.

No me digas a mi cara, ni espetes a mi espalda, que soy un hombre brillante. Tampoco subestimes mi talento. Trátame con prudencia, porque por mi camino voy dando pasos lentos, pero hasta este instante bastante certeros.

Ya que soy un alma libre, que no se obsesiona por el vil dinero. Que intenta sobrevivir por medio de su duro trabajo, y que tiene la esperanza de labrarse en lo que ama un porvenir, para hallar plenitud, pretendiendo al recorrer este ascendente rumbo ser hacia si mismo sincero.

Sin más que decir, con humildad me presento, pues soy un ciudadano de este mundo, que no ostenta ni patria ni por lo perdido del pasado ningún lamento. Que no tiene destinado un sitio en donde pueda dejarse caer, cuando se encuentren cansados sus huesos.

También soy un vagabundo, con haraposa vestimenta, que intentó emular el arte de un gran Poeta, deseando expresarse con una voz propia mientras esté en esta tierra.

Y finalmente soy el que escribe estas líneas, y el que despierto sueña. El que con su mente dispersa habita en bellos y lejanos mundos, y el que su pluma ahora hasta otro momento deja.

Escrito el 18/01/2014.

 

AL TRASPASAR SU OSCURIDAD.

En una mañana tórrida de pleno mes de agosto, se oían plañir unas campanas surcando el viento, preparándose para el que algunos presumían un solemne acontecimiento.

El novio, esbelto, alto y bien parecido, esperaba a la entrada de la iglesia. En la lejanía y acercándose cada vez más, un carruaje nupcial transportaba a una mujer de radiante y blanca vestimenta, pulcra en apariencia. Mientras, un buitre sobrevolaba las inmediaciones de aquella serranía.

Los inocentes zagales reían al intentar alcanzar con sus manos a unas huidizas palomas, que recelosas siempre escapaban.

Ayudó el galán sosteniendo con su palma levemente la palma de la astuta novia, para que ésta descendiese las escaleras de aquel lustroso y vetusto vehículo. Entonces se pudo oír el relincho sosegado del caballo al ver como se alejaba la pareja.

En la iglesia, un rosetón que se encontraba en uno de los fondos, dejaba penetrar un haz de luz multicolor que se reflejaba en un suelo de mármol recién pulido y en los bancos de madera en dónde  se congregaban aún sin sentarse los invitados.

Se encaminaron al paso del himno nupcial al otro extremo de aquella estancia, que contenía clavado al altar un cristo crucificado sencillo y bello. Las notas musicales llenaron de melancolía el sentimiento de los solteros allí presentes, y de nostalgia a los que ya fueron desposados hace tiempo.

En el sermón se habló del amor, de compartir una vida en el seno de la bondad y la cristiandad. Sin embargo, él se encontraba ausente, se hallaba en un lugar indeterminado de su mente.

Entonces al escuchar las palabras «quieres a esta mujer por esposa» se estremeció su cuerpo. Ella le sonreía impaciente, el silencio recorrió la iglesia que parecía en ese momento un sepulcro. Se dio cuenta en aquel instante de que el sentimiento hacia ella jamás existió en su pecho, que ahora latía tranquilo.

La miró a los ojos traspasando la oscuridad de su alma, se volvió hacia su anciano padre y al momento tornó sus ojos a la cruz. Finalmente, fijo en el libro Sagrado, espetó un «no» que resonó con ímpetu en la bóveda y en el corazón de la amiga que se hallaba escondida, pues siempre pretendió ser más, porque realmente le quería, soltando sin poder reprimirse un suspiro de alegría.

Él cruzó la estancia mientras todos le observaban incrédulos, y dejó el odio personificado plantado en el altar.

Al salir, abrió sus brazos exhalando aire libre, y contempló cómo las palomas se elevaron para, en un esperanzado intento, alcanzar el cielo.

(Escrito como ejercicio para el curso de estilo)

Escrito el 14/01/2014.

PAN RECIÉN HECHO.

El sol aparece cada mañana por la espalda de aquel querido monte, en cuya cresta se vislumbra una hilera uniforme de pinos.

En aquella loma durante eternas primaveras, los dos corrieron entre amapolas hasta caer en la extenuación, y reposaron juntos a la sombra de unos cipreses que allí se encontraban, pues esa era la herencia que en aquel lugar se dejó olvidada la muerte.

Desde allí podían observar como se perdía en la lejanía el horizonte, comiendo pan recién hecho, y si bajaban su mirada aparecía ante sus ojos aquella melancólica villa, con diminutos paisanos, en donde se hallaba su humilde hogar.

No obstante, en aquel amanecer primaveral, en el que se oía el canto de las golondrinas, y la risa de los zagales sin escuela recorría el viento, siendo aquello signo habitual de alegría, se podía ver a veces, al pasar por su casa, entre los cristales de la ventana cerrada, a un hombre triste, que se ocultaba de los esporádicos y curiosos transeúntes.

Su llanto era producto de que a su leal compañero, que ahora se encontraba acurrucado en su regazo, una enfermedad con crueldad le devoraba sus huesos.

Fue entonces, al salir de nuevo la luz, cuando se percató al escuchar el murmullo del agua que caía en la pila de la fuente, de que el tiempo transcurre demasiado deprisa. De que el soltar lágrimas mientras ambos permanecen en la vida es injusto y no tiene sentido. Y el frescor del alba le convenció del deber de amarle hasta el final.

Observó su pelo dorado, acarició la cicatriz de su hocico. Él le devolvió el gesto moviendo su rabo, lamiendo la mano temblorosa de su amo. Éste le dijo que se irían a correr al monte, y retornó la felicidad a sus pechos. Al menos hasta el momento de la inminente despedida en el ocaso de su único y mejor amigo, cuya ausencia será reemplazada por la soledad y el recuerdo.

Sabiendo que siempre permanecerán juntos, aunque sea únicamente en sueños, recorriendo aquel camino de amapolas, y comiendo pan recién hecho bajo los cipreses, cuyo verde perenne le evocaran eternamente su muerte.

(Escrito para el curso de estilo)

Escrito el 13/01/2014.

CUENTO ENGENDRADO.

Me despierto en mitad de una noche cerrada, en la que me encuentro algo somnoliento y cansado. Una tormenta se cierne sobre mi humilde aposento, el viento lo embiste con una fuerza y violencia extrema. Todo ello termina produciendo, el temblor de mi aún ausente cuerpo.

Estoy postrado en un cuarto sombrío, que me cobija de toda hostil existencia. Siento una punzada de miedo, al observar por mis ventanales acercarse, unas rayas de luz brillante, que iluminan la oscuridad del frondoso e inhóspito bosque. Éstas, sin mediación ni piedad, chocan contra la soledad de mi pobre hogar, recayendo cientos de piedras sobre el cemento y los ladrillos que recubren mi sosiego, que se torna en este momento en estupor y pánico, cuando una de ellas atraviesa el débil cristal.

Es de un color verde esmeralda, tan bella, que froto mis incrédulos ojos para comprobar que es real. Abro mi mano y la agarro, quema e ilumina como si fuera una estrella pequeña, y ante esta fría noche que está aconteciendo, la poso en mi regazo, saliendo en este instante de ella, un leve haz multicolor de fuego.

Que contiene en su llama sueños que estan por venir e historias que se han de vivir, y que me envuelve por completo, creando todo mi ser y mi aún amorfo cuerpo.

En tal circunstancia me hallo, sintiendo aquel tibio y placentero bienestar, cuando escucho un estrépito huracanado, que arranca estas paredes, destruye mi bosque, y me arroja al mar de la humanidad.

Lloro al perder la tranquilidad del no existir, y siento por ello un intenso dolor. Oigo unas risas que me saludan cuando llego con alegría, y olvido aquel haz multicolor que me envolvía.

Doy el paso a una nueva vida, que estará llena de ilusión y de experiencias. La cual se verá truncada algún día, al llegar el final de mis peripecias.

Escrito el 24/12/2013.

UNA CONFESIÓN A MI MEJOR AMIGA.

Hoy te quiero decir gracias, porque estás siempre pendiente de mi, por todas esas palabras que me brindas de aliento, por desearme cuando hablamos lo mejor, y por ostentar hacia mi tantos gestos tan sinceros.

Yo, siendo honesto contigo, a menudo me siento bastante cobarde, al decir que desprecio aquellas cosas que amo, y al no mostrarme del todo desnudo en mis textos, esos que escribo con mis en este instante temblorosas manos, sin miramientos ni requiebros. Y es que en ellos no expreso que quiero el sentimiento de amar, porque no deseo más sufrimiento, anhelando siempre unos abrazos y unos besos verdaderos, esperando eternamente a esa mujer que caliente mi lecho, y que no le importe amarme tal cual soy, con todas mis virtudes y defectos.

Rehuso el contacto que podría resultar placentero, porque me odio a mi mismo, dudando si merezco, el afecto de una dama que se entregase a mi por completo.

Y soy consciente del resistente muro que impongo, y de lo extremadamente complicado que es el caminar a mi lado. Sabiendo que si alguien me quisiera jamás apostaría fuerte, por una probable relación ante la que mi actitud parece cuanto menos indiferente.

Asegurandote que todo eso lo produce mi sensibilidad, y el daño a mi pecho tantas veces causado, él es el que ha puesto una barricada, entre mis sentimientos y mi pensamiento meditado, que prefiere la triste soledad, a un posible amor descontrolado.

Ya que podría derrumbar los cimientos, de un corazón que se siente débil, aunque sin quererlo este anhela aquello de lo que huye, dejando siempre que se escape, aquello que es por él tan deseado.

Por eso reconozco ahora ante ti, que soy bastante cobarde, dándote de nuevo las gracias, por sinceramente por mi preocuparte.

Escrito el 19/12/2013.

UN PASEO CON MI TÍO.

Por una carretera en cuya cuneta se hallaba a un lado el manso mar, y al otro una escarpada montaña. Circulamos en un vehículo pequeño pero decente los dos, mi tío Albino y yo.

Llegamos después de un corto trayecto, en el que circundamos varias rotondas, a la calle principal de esta soleada urbe. Estacionando el coche en un aparcamiento público, que se encontraba cercano al puerto, en pleno centro neurálgico de Alicante.

Paseamos por su casco antiguo, observando su arquitectura llena de antiguos ventanales. Recorremos empinadas cuestas, envolviéndonos un olor a salitre y rosas, las mismas que vislumbramos a cada paso, en las macetas de barro de cada ventana.

Familias enteras se sientan a la oscuridad de los portales, o en la sombra existente entre fachada y fachada. Dejaban escapar su tiempo entre conversaciones banales, hallando de este modo una paz y un sosiego pleno.

Se asemejaba aquel paisaje a algún rincón de una ciudad andaluza, sorprendida ahora en diferente contexto. Descendiendo al cabo, el recorrido ascendido.

Visitamos también un museo de Belenes que se encontraba cercano, serpenteando por callejuelas repletas de bares nocturnos. Observando allí figuras de gran belleza, las cuales representaban escenas de la Sagrada Biblia. Aquella por ambos antaño estudiada. Llegando después hasta el ayuntamiento, poseedor de amplios salones. Que contenía también una pequeña exposición sobre historia, la de esta propia ciudad, cuya situación está en la Costa Blanca.

Encontrándonos a medio día en el paseo de «Las Palmeras», con sus baldosas con relieve de forma ondulada, con su color alternante entre rojo y blanco.

En ese instante le invité a comer, y me hizo el honor de aceptar. Degustamos ambos una sabrosa comida en un restaurante cercano al puerto. Y conversamos allí, rodeados de aquella frondosa flora tropical, de intentar llevar una vida que contenga un verdadero sentido. Haciéndome así yo en el camino de vuelta la osada promesa de no fallar jamás a mi alma.

Esa que ahora comienza un vuelo libre, gracias al uso de la mente que en esta vida me ha sido otorgada.

Recordando en el tren con cierta nostalgia, aquellos paseos de conversaciones profundas, que me dieron fuerza para continuar en mi lucha.

Buscando de esta forma un amado existir lleno de loable esperanza.

Escrito el 30/09/2013.

LA VISITA.

Llegamos por sendas del sur a la Sierra de Aitana. En concreto al pueblo de Guadalest, con su vetusta piedra e imponente paisaje, y con el solitario campanario que se alzaba entre la escarpada roca.

Ascendimos por la empinada cuesta que conducía a la plaza principal, haciendo instantáneas con la cámara que integra el teléfono móvil. Yo los observaba evocando escenas del pasado, momentos en reuniones navideñas, en donde nos encontrábamos todos juntos, los que se fueron ya de este mundo, y los ausentes, los cuales se hallaban en otras urbes castellanas y castizas.

Aquí estaban tres de mis tíos, dos tías y un primo. Me invitaron a conocer aquel frondoso paraje cuyo verdor contrastaba con el desértico clima alicantino, asemejándose así a un elemento discordante que sin embargo no distorsionaba este sitio siempre luminoso de la Costa Blanca. Lugar de eterno verano y de deseada tranquilidad.

El agua del pantano era de un color verde turquesa casi irreal, y permanecía estática entre los montes de aquella Serranía.

Visitamos el castillo, poseedor de unas escaleras que parecían no acabar nunca, alcanzando a través de ellas la cima de un torreón que se encontraba cercano a un cielo diáfano y azul, con un sol radiante, cuyos rayos doraban y hacían fértil este bello lugar.

Descendimos y nos metimos en el vehículo, yendo por una carretera sinuosa hasta el restaurante de l’Obrer, en cuya estancia saboreamos un suculento y sabroso cordero, rodeados de gente amable, entre un ambiente lleno de risas y alegría.

Después fuimos al pueblo de Benifato, cuya localidad se hallaba en fiestas. Por sus calles había tenderetes repletos de objetos artesanales hechos por las propias manos de los lugareños. De fachada a fachada se extendían coloridos toldos que nos protegían del sofocante calor. Uno de mis tíos compró la cebolla más grande que hasta ahora han contemplado mis ojos, terminando tomando algo de beber en una pintoresca taberna.

Regresando al final en el ocaso por el mismo valle, después de un agradable día familiar, cuyo recuerdo encontraré en un recoveco de mi ajado corazón, en el mismo instante en que la añoranza atrape mi alma. Y cuyo pensamiento retornará con sentimiento alegre a este sitio de perenne brillo, que se denomina Alicante, y en la que en aquella noche estrellada reposó mi cuerpo agradecido y completamente satisfecho. Consumiéndome así la dicha de aquellos hermosos días que me acompañarán hasta mi muerte.

Dedicado a mi familia alicantina.

Escrito el 28/09/2013.

SOBRE EL TÉRMINO OUTSIDER

Muchos me han preguntado sobre el significado del término outsider. Atendiendo a sus peticiones les voy a intentar hacer un esbozo de su auténtica dimensión. Ya que más que una simple palabra, es una declaración de principios.

La persona outsider siente la imperante necesidad de expresarse. Fuera de cualquier contexto preestablecido, intenta mostrar lo que posee dentro. Lo que corroe su pensamiento. Sea por medio de la escritura o de la pintura. Puesto que son estas las dos únicas artes en las que me he encontrado autores con dichas características.

Esto produce en él un estado de catarsis. De evasión ante una sociedad que no comprende. Que a su vez no le comprende a él. Ya que ambos, sociedad e individuo, aún teniendo el mismo código, emiten diferente mensaje. Comunicándose a distinta escala.

Así, este autor, halla en el arte producido, el único medio de conexión con una realidad de la que huye. Una realidad que le sume en un estado de profunda melancolía. Añorando un mundo imaginado en el que solamente él habita, y que es intentado enseñar. Olvidando de este modo por un instante su sentimiento de profunda soledad.

Sin su arte, peculiar y transgresor, este personaje no podría vivir. No concibe su existencia sin producción. Puesto que como he mencionado ya, es una necesidad. De expresar. De comunicar. De mostrar su mente un tanto enfermiza. Quizá marginal. Hallando de este modo su único consuelo. Puesto que su caótica alma se encuentra en constante lucha. En continuo sufrimiento.

He ahí un acercamiento a la definición de persona outsider.

Escrito el 24/08/2013.

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