ALGO REALMENTE PERJUDICIAL.
Hay muchas circunstancias diferentes en la vida, de las cuales unos sacan provecho, y otros se hunden poco a poco en un lodo que cada vez es más espeso.
Errores de los que no se tiene culpa:
Primero: de tener una sensibilidad fuera de lo común, que puede ser dañada ante cualquier gesto o palabra fuera de tono, y ser profundamente conmovida ante las injusticias propias y ajenas.
Segundo: Además de esa mencionada hipersensibilidad, o debido a ello, poseer una devastadora ambivalencia, es decir, tener dos sentimientos opuestos al mismo tiempo. Cosa poco comprendida, incluso para el sujeto que la padece, hallándose en la tesitura de una continua elección. A que sentimiento prestar atención y a cual no, aunque ambos sean reales e igual de intensos.
Errores de los que sí se tiene culpa:
Primero: del estar demasiado pendiente de los demás, los cuales, en vez de agradecerlo, piden más y más, siendo a menudo malinterpretado cuando no puedes dar de ti lo que ellos consideran, o a lo que les has acostumbrado. A lo que intentas dar explicaciones, que son rechazadas. Encontrando así una imposibilidad de comunicación.
Segundo: La incomprensión hacia tu persona, por no actuar como el común de la sociedad, creyéndose ésta que sí, encontrándote situaciones en las que no entiendes como puedes ser criticado, cuando has intentado hacer lo mejor para la otra persona. Viendo dicha persona intereses ocultos, cuando sólo hay espíritu de ayuda y altruismo.
Tercero: Tener unos valores exacerbados, que no sirven para manejarse en este mundo, en el que lo que importa es aparentar, siendo la persona sincera la más despreciada, porque dice cosas que muchos no quieren oír, prefiriendo una falsedad que halague, y una amistad barata. Esa que no exige, pero que se esfuma cuando intuye problemas.
Conclusión:
Cada uno tiene que fijarse en sí mismo, siendo un poco egoísta en sus intereses, sin importarle el parloteo ajeno, pues siempre serás criticado en mayor o menor medida, hagas lo que hagas. Creándote así una psico-coraza, e intentando ser indiferente ante ataques externos. Pues su lucha es otra, y está demostrado que la entrega abnegada a los demás no obtiene recompensa, sino frustración, y un sentimiento continuo de inutilidad. Porque el que no se quiere ayudar a si mismo no puede ser ayudado por los demás. Porque como ya se ha dicho: no hay más sordo que el que no quiere oír, ni más ciego que el que no quiere ver.
Lo intenté todo por ser entendido, pero la gente sólo ha mirado las cosas desde su propio punto de vista, sesgado y parcial, sin importarle mucho el mío.
Esto ha hecho que pierda unos ideales que ya caducaron. Aprenderé con esfuerzo desde ahora a centrarme más en mi. Pues es necesario para una salud que ahora está invadida por el sufrimiento, y cuya existencia quiere que sea lo más posible feliz.
Escrito el 20/10/2013.