En una habitación a oscuras, entre libros ya leídos, otros que se leerán. Algunos cuyos párrafos no serán escrutados por estos, mis cansados ojos, los cuales contemplan la negrura imperante, la que bordea el abismo, del que se encuentra delante, del que en mi transitar dejé atrás, no hallando aún el esperado y deseado olvido.
Pues mi camino está lleno de espinas, que se clavan, que producen dolor en mi humilde y ajada alma. Que posee un latido que va dando tumbos, sin llegar nunca a desfallecer, encontrándose un poco aturdida, convirtiendo de este modo suplicio en armonía, la de la escritura, si, la de mi alegría. Aposentando ahora en mi vida un corazón vacilante, dudoso entre el amor y la belleza, el de una mujer, o el de mi pretendido arte.
Cogiendo al instante mi pluma, garabateando palabras vencidas, las mismas ya escritas por otros hombres, por otras manos más brillantes. Mezclándolas y rebuscándolas en hojas sucias, en un papel permanentemente condenado, al deshecho en un cajón, a un posible encuentro fortuito, lejano en el tiempo, quizá muy lejano.
Pensando, reelaborando, tachando, añadiendo…..aprehendiendo.
Encontrándome ahora en un jardín luminoso, entre el césped escarchado del alba, con mi cuerpo desnudo y temblando. Paseando al desperezarse el sol, que levanta su dorada cabeza, ascendiendo, si, subiendo hasta poder observar lo que a él más le interesa.
Siendo esto el ajetreo de la existencia, con sus soñolientos habitantes, de esta que es nuestra tierra, y de cuyo sentido, nuestra mente sin quererlo se muestra distante.
Haciendo en este momento un viraje en mi rumbo, antes que el crepitar de mi llama se extinga. Porque aun teniendo tiempo inestable, mi voluntad decidió ser fiel a su espíritu. El cual ostenta en su esencia, un sentimiento por siempre libre y diletante.
El de un vagabundo, que eligió emprender su propio camino, volando a ras de suelo, sin hacer mucho caso a los obstáculos de su accidentado camino.
Escrito el 12/10/2013.