PALABRAS SIN ARTE

Mantenerse estable a base de amargas pastillas, vivir pendiente de un fármaco que no puede variar la existencia, aunque dicen que es necesario para vislumbrar un sesgo de esperanza, la realidad es que se asemeja a estar poco a poco más muerto.

 

En momentos tan duros como este, no creo en historias felices, ni en  que me otorgue el dolor y su crueldad una prórroga, pues mi amor fue  frustrado, y una gota de sangre brota de mis manos, pues es consciente de que te hallas muy lejos, y mi corazón te siente ausente, ya que una espina en él has clavado.

 

Y es que la soledad es la mente donde habito, y mi alegría una absoluta utopía, clavaron la oscura bandera de la melancolía en mi pecho, y todo a mi alrededor se convirtió desde entonces en un vacío desierto.

 

Gentes que vienen y se alejan, algunos curiosos que se acercan para observar al extraño bufón, ese que les mira con expresión indolente, el mismo que en mis entrañas se aposenta.

 

Él tiene un alma con plenitud de tristeza, ojos que sin quererlo muestran un llanto, pues no desean contemplar su existencia, ni  comprobar su sinsentido al no poder tener junto al suyo tu tacto.

 

Ruego que no haya nunca ante mí más montañas, que de tanto escalarlas ya me he cansado, sólo deseo una sosegada paz que me aleje del ruido, y de toda esta salvaje tempestad que hace estremecerse a mi humilde navío.

 

Debo  de confesar que tampoco tengo donde caerme muerto, mas nadie dirá maldades cuando se halle en mi velatorio. Sin embargo sí hacen lo propio ahora, pues critican sin conocer de este ser ningún motivo ni circunstancia. 

 

Además, sé que jamás nadie ha tenido fe en mi camino, por eso desde ya a todos los presentes les pido, que dejen de instarme para que muestre una falsa sonrisa,  pues nunca supe con mis sentimientos ni especular ni fingir.

 

Ciudad odiada, en ti permanezco no por voluntad propia, sino por toda mi mediocridad demostrada. Tren que huye de ti en todos mis amaneceres, cuyos rayos me brindan tu tedio, atardeceres que me devuelven con pesadumbre a mi cárcel, sin tener mi persona nada de ánimo ni sentir en mi piel ningún rastro de entusiasmo.

 

El tiempo transcurre deprisa, y yo estoy en él de tránsito, en mis palabras no hay atisbo de arte, ni en mis escritos nada que pueda proclamarse delirante. Y es que a pesar de lo que el resto del mundo diga, yo seguiré siendo yo mismo, esa persona alada y distante, que ya no desea nada de nadie ni tener con ellos conflictos.

 

Y es que el alba envuelve otra vez nuestras vidas, y mi alma últimamente siempre a estas horas  se oculta, pues en esta existencia decayó su espíritu de lucha, al tener que sufrir en ella tanta injusticia y heridas.

Escrito el 26/04/2014

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