De mis travesías
de pena y de fango,
de esos turbios cuarteles
de soledad,
de ésta locura
que se muestra inhumana,
me liberó un honesto
«te quiero»,
cárcel con alas
de mi libertad.
Mares de tinta
recorren tu pecho,
sangre que brota
de mi manantial,
el de la creatividad
de este autor pordiosero,
que quizá no se merezca
lo que tu latido le da.
Ese elevado y puro sentimiento,
estas ganas plenas de vivir,
el no desistir
y abandonar estos versos,
el convencimiento
de que aún queda mucho por escribir.
Puesto que cuando noto tu rostro
en mi hombro,
desaparecen el tedio y el odio,
y deseo ser eterno,
jamás envidio junto a tí
el existir de ningún otro.
Por haberte conocido,
por conseguir probar
el néctar de tus labios,
dichoso soy hasta mi muerte,
ya que ésta vida me otorgó mucho más
de lo que éste corazón vagabundo
se habría esperado.
(Para Marisa Belarmino)
Escrito el 21/11/2014.
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