ENCUENTROS Y DISTANCIAS

Ayer quedé con un amigo de la infancia. Me había acordado a lo largo del tiempo muchas veces de él, de su inquebrantable alegría, de su valentía, y de la vitalidad con que lo hacía todo imprimiendo a los que le rodeábamos un halo de ilusión, unas ganas renovadas de devorar esta vida. Le recordaba como si fuese un ejemplo a seguir, alguien que merecía realmente la pena en esta ciudad un tanto plomiza, en este barrio un tanto gris.

Por ello y por una cierta nostalgia busqué en internet, pregunté a antiguos conocidos de ambos, y al fin pude contactar con Arturo, en el pasado uno de mis mejores amigos.

Sin embargo, después de marcar su número, cuando apareció su voz al otro lado casi escupiendo un escueto ´´diga´´, un ´´diga´´ sin casi interrogación, con una pronunciación perezosa y cansada, me pregunté si con el que me encontraba hablando era aquel amigo o no del ayer, y después de las dudas y de unas breves palabras entre los que ya éramos dos desconocidos, accedió a la cita que le propuse con lo que me pareció una gran desgana, y a continuación, al colgar, evoqué otro mundo, uno en el que Arturo era como una especie de maestro siendo yo como un niño apartado, un simple y celoso discípulo.

Quizá por ello me fui separando de él, reconozco ya pasados los años que no aguantaba ser siempre su sombra, me quemaba el deseo de lo que por mi propio carácter no podía ser, eso que a su vez era mi amigo el que lo representaba.

Por eso ayer me topé con una gran decepción y un cierto alivio, a pesar de que fue también un amargo reencuentro….. Y es que Arturo ya no es el que era, ya no ostentaba ni su alegría ni la vitalidad de antaño, tan solo transmitía apatía, pena y aburrimiento, y al cuarto de hora una despedida, un ´´que te vaya bien´´ que sonó como un ´´hasta nunca´´, y yo con ese ideal que era él por los suelos, como saliendo de un sueño que descubro que no era en absoluto real.

Ahora Arturo se ha convertido en una leyenda perdida, una amistad truncada, en algo más que olvidar.

Escrito el 24/12/2015.

LOS SABORES DE LA AUSTRIACA

No tenía nada de especial, parecía un día como otro cualquiera, uno cargado de la misma monotonía que me hace pensar a veces que no debo esperar mucho de esta vida.

Por aquel entonces trabajaba de recepcionista en un casino de la zona centro de Madrid, tenía un futuro incierto, muchos sueños en la maleta, y quizá excesivos pájaros en mi cabeza. No sabía qué debía esperar de mí mismo, estaba algo confuso entre tanto bullicio habituándome como podía a una ciudad nueva, a un mundo diferente, uno que no comprendía aún bien del todo. Sin embargo, fue en aquel día que no parecía para nada especial cuando cambió mi destino, porque en aquella media mañana a la que le amenazaba con su agua un cielo encapotado de gris entré en ¨La Austriaca¨, y me senté en un taburete en una de sus barras.

No conocía aquel sitio, no te conocía a ti. Entre plato y plato te vi pasar y de repente se difuminó todo. Se quedaron en silencio las conversaciones, desaparecieron las risas, así como la gente que nos rodeaba, nada existía en aquel instante excepto tú y yo, y el reloj en lo alto se dio bien cuenta de ello queriendo pararse, o más bien esa fue mi ilusión, pero la única verdad es que nunca lo hizo, jamás por nadie el tiempo se frenó.

Allí estabas tú con tu juventud, la única mujer de pelo rubio y sonrisa incandescente que me hizo dudar de si debía o no acercarme, de si podría salirme algo de voz por mi de improviso ahogada garganta, mas fui valiente por esa vez y te hablé como nunca creí que lo haría hacia nadie, como ya jamás lo volvería a hacer, y aquella tarde la Gran Vía comprobó cómo mi inocente y ansioso corazón se aceleraba a cada paso.

Apenas pude dormir después gracias a un feliz insomnio, tu imagen estaba impregnada por las paredes de aquel pequeño y solitario cuarto en el que habitaba. Pensaba aquella fría noche en nuestra nueva cita en ¨La Austriaca¨, en si realmente aparecerías o por el contrario al no encontrarte allí te convertirías con el tiempo en un dulce recuerdo, en uno de esos a menudo bellos fantasmas que sin dejar rastro alguno desaparecen.

Quizá no me equivoqué en nada y sin embargo allí te vi al día siguiente, al igual que nos vio la luna hacer el amor en una habitación del hostal que se encontraba justo al lado.

Todavía no llego a comprender muy bien lo que pasó, como se esfumó aquella alegría que creía compartida. Pasamos un mes juntos entre comida casera y los besos furtivos que nos dabamos a escondidas, quizá rodeados de demasiado misterio, un misterio que se convirtió poco a poco y de repente en tu ausencia.

Te fuiste sin dejar rastro, sin una nota, sin ninguna palabra, sin tan siquiera una razón que intentara mentirme. Desapareciste y el reloj que estaba en lo alto soltó una sonrisa resignada, una sonrisa triste, puesto que supo que mi pasión estaba destrozada, y eso es algo que para él es una tan repetida como vieja historia.

Ese fue el infeliz impulso que me hizo agarrar una pluma y sacar un papel de mi cartera, y ya no estaré nunca seguro, pero creo que sobre aquella barra escribí el que ha sido mi mejor poema de amor. Al salir de allí se lo regalé a un vagabundo olvidando así para siempre unas letras que no obstante todavía hacen que arda por dentro.

Desde entonces no he parado de escribir, no sé si lo sabes, y reconozco que aunque ahora tengo muchas más cicatrices, la que tú me dejaste es la única que aún en ocasiones sangra, y sin quererlo del todo pero deseandolo intensamente vuelvo a ¨La Austriaca¨, y sonrío, y entre bocado y bocado de vez en cuando alzo mi copa. Brindo por tu recuerdo, porque estando allí tengo siempre la ilusión de reencontrarte, y porque sus sabores me transportan a un tiempo de ensueño, a un mundo lejano en el que fui realmente feliz, puesto que ese es y será nuestro rincón, el lugar en el que me enamoré de ti.

                                                           

Escrito el 25/11/2015.

UN SIMPLE JUEGO.

Me acuerdo de la alegría que me producía jugar a balonmano y efectuar algún pase que parecía inverosímil, así como conseguir un nuevo tanto para mi equipo, o robar la pelota para a continuación armar un contraataque.

Era bueno en ello, o al menos eso creía. No lo hacía precisamente por los elogios recibidos por aquel entonces, ni por la confianza que depositaba en mí el entrenador al nombrarme capitán. El entrenador al que todos sus jugadores admirábamos, ya que teníamos la certeza de que llegaría gracias a su talento y esfuerzo a cotas más altas y estábamos en lo cierto. Mi cara mostró una amplia sonrisa cuando le vio triunfar años después por la tele.

Tampoco pienso que lo hiciera por hacerle mucho caso a ilusiones poco reales, cuando escuché rumores de que quizá me querrían hacer un contrato. Puesto que yo  únicamente tenía fe en mi valía gracias a ti papá. Gracias a aquella mirada llena de orgullo. La que más profundamente me mostrabas cuando de tu boca solo salían duras críticas. Yo jamás me tomé a mal dichas críticas, y eso deberías saberlo, ya que sabía que eran para que no me durmiera en la complacencia del está todo hecho, para que diera siempre de mí cada vez un poco más.

Aprendí mucho de aquello, y estuve a punto de conseguirlo papá. Si no lo hice fue por la mala suerte que le puede aquejar a cualquier deportista, porque al igual que a un soldado que va a la guerra le pueden matar, a un deportista el infortunio de una lesión le puede quitar lo que a él le daba más vida.

Reconozco que uno de mis días más tristes fue en el que empecé a notar molestias en mis gemelos. Soy consciente de que me derrumbé al poco tiempo, y eso tú lo sabes muy bien. Estuviste conmigo cuando me informaron de que tendría que abandonar mi sueño, el de llegar a ser un jugador profesional. Recuerdo que en aquel instante tú me abrazaste mientras yo lloraba desconsolado, allí delante de aquel médico al que también se le saltaron un poco las lágrimas, como a ti, como a todos los que sabían de mi ilusión y de mi esfuerzo.

De repente, todo mi mundo y mi sacrificio se desmoronaron, y fue cuando tú cogiste las riendas de mi dolor e intentaste animarme. Lo conseguiste, puesto que desde entonces, en el transcurso de estos años aprendí que la vida siempre sigue a pesar de sus bandazos, y que si pierdes algo importante para ti debes buscar otra pasión, algo que te vuelva a ilusionar.

Vaya si la encontré papá. Al escribir soy feliz, y además puedo intuir en ti parte del orgullo de antaño, a pesar de que también te observo, observo tu sufrimiento.

Envejecer sé que no debe ser fácil, y me duele ver a veces tu angustia. Sé que la fuerza que antes tenías ahora notas cómo lentamente se debilita, y sé que a veces te sientes torpe.

Comprendo que hay ocasiones en que quisieras hacer aquello que hacías tan solo unos cuantos meses atrás, y entiendo que te entristezcas al comprobar que no puedes.

Es precisamente ahora papá cuando tienes que alzar la mirada y verme a mí en la grada con mis ojos vidriosos llenos de orgullo, porque yo sé cuánto vales, y me gustaría que en vez de dudarlo pudieras sentirlo.

No te preocupes tanto, porque si te lesionas en ese camino nuevo y viejo que emprendiste, y un mal día compruebas que algo te impide seguir tu rutina, déjame ser el hombro en el que llores, y después levántate…..y si no pudieras por ti mismo, permíteme ser la mano que te ayude a conseguirlo, el hijo que te apoye para que puedas cambiar dicha rutina, porque si esta ya no sirve, encontraremos otra que te motive….

Porque el vivir cada vez estoy más convencido de que es un simple juego, y papá, sobre todo en estos momentos, el amarse e intentar comprenderse es  entre tú y yo, lo más importante.

(A MI PADRE)

18/11/2015

FIESTA DE CUMPLEAÑOS

Aplausos, felicitaciones, regalos, bailes en el salón principal, saludos cordiales, conversaciones agradables, siempre mostrando la mejor de las sonrisas. El vestido deslumbrante, el maquillaje en mi cutis digno de una reina, los caballeros invitados me besan la mano con cortesía, y sus damas se inclinan levemente y me critican a la espalda con cierto resquemor, puesto que todo lo que hoy las rodea está puesto ahí para mí, todo está realizado en mi honor. En este día cumplo un año más, igual de radiante que tiempos atrás pero mucho más vieja, aparentando una felicidad a todas luces ficticia, ocultando que me estoy hundiendo en el abismo oscuro de una depresión, en la tristeza de una melancolía perpetua.

Me desilusiona cada vez más este mundo y sus miserias, y este cóctel que me ofrecen hoy tiene un sabor amargo, salgo en las revistas de mayor difusión, aparezco en televisión y todos permanecen atentos, pues el sonido de mis palabras tienen más valor que su contenido, ¡callad que habla esta diosa!, pero para ti esas palabras que pronuncia mi boca, son el abono que nutre tu cultivo de odio,  mi imagen hace que el aparato que la reproduce se convierta en algo infernal, y sí, lo sé, quemarías todos los quioscos y no pararías hasta ver convertirse en cenizas todas las librerías en las que descubrieras que hay unas letras impresas con mi nombre.

Yo, que lo di todo por ti, y a esta hora maldices mi alma. Renuncias al imperio que construí para otorgarte la máxima comodidad, la mayor protección, te di el tiempo que pude y mi cariño, ¿acaso no fue todo aquello suficiente?, ¿no fuiste un niño y adolescente privilegiado?, entonces por qué tanta inquina, por qué levantaste un muro entre tú y yo, explícame el motivo de tu lejanía, ¿fue esa mujer a la que llamas tu amada la que te puso en contra mía?, ¿cuál fue mi error?

Observo a través de los grandes ventanales el jardín, y en su lateral derecho están los desafiantes y altivos cipreses velando el terreno en donde descansan por siempre nuestros antepasados,  sí, los tuyos y los míos, y al igual que ellos nosotros también tenemos reservado allí un espacio, ¿también renuncias a eso?, ¿reniegas a tumbarte eternamente a mi lado?

Me hago estas preguntas una y otra vez, aunque comprendí tiempo atrás todas sus respuestas, ahora subo la escalinata después de una excusa y despedida cortés, y recorro el pasillo principal hasta llegar a la puerta del que era tu cuarto. No sin dudar me adentro de nuevo en tu mundo, al menos en ese que se halla en tu pasado, y sí, hijo mío, tú lo tenías todo, y ahora me odias, mas sé el motivo.

No te supe enseñar a valorar lo que tenías, el esfuerzo que me supuso recuperar lo que tu abuelo gracias al vicio y sus borracheras casi había dilapidado. Te oculté el esfuerzo que empleé en mi trabajo, con sus días sin descanso, y las continuas noches en vela…. Y todo ello por ti, multiplicando por tu bienestar mis fuerzas, pero una mañana caí en la cuenta de que tú siempre pedías más, y que yo no te había mostrado bien la dirección en el camino de la vida, y ahora veo que escupes mi recuerdo por tu debilidad, porque yo no te eduqué para que fueras fuerte…..

Te lo di todo y ese fue mi error, comprendí tarde que a lo que más amas debes enseñarle principalmente lo que es amar, y eso implica siempre un compromiso, cierto esfuerzo y sacrificio, algo de dolor y ciertas dosis de frustración….

Convertí en un tirano al adolescente que para mí era devoción, y ahora de hombre me odia. Mi culpa fue nunca poner límites a sus caprichos, mi castigo es mi soledad en su ausencia y la segura sentencia de su perdición.

ESCRITO EL 12/11/2015

SENTIMIENTOS DE CULPA

(Las letras que continúan aquí debajo están plasmadas porque en estas fechas siempre me acuerdo de ti. Nunca sabrás la huella que dejaste en aquel adolescente de quince años. En este momento escribo y me hago mayor…. Estuve a punto de seguirte, pero encontré a gente que supo rescatarme a tiempo.

Ahora lucho porque nadie intente emprender el viaje de la misma forma a como tú lo hiciste, ya que a pesar de que entendía tu dolor, puesto que también era el mío, ahora sé, yo mismo lo comprobé, que aunque todo parezca realmente oscuro, para personas como nosotros siempre habrá esperanza….)

Agua, brazada tras brazada tan sólo encuentro agua y silencio, y en mi mente, clavada como si fuera una estaca, tu mirada, tu amplia sonrisa, y aquellos atardeceres de juego en los que yo, pleno de felicidad por haberte tenido, te observaba.

Veía como crecías, y cuando hacía frío y tú dormías te arropaba, te despertaba con una caricia, y juntos hablábamos de nuestros sueños cuando apenas, hacía tan sólo un instante, había irrumpido por la ventana el alba.

Sin embargo esta mañana me levanté con un sabor de amargura en la garganta, no pude dormir bien, puesto que un pánico atroz se apoderó de mí. Tuve una sensación como de lejanía, como de desapego hacia estos montes, hacia esta tierra….

Te busqué por todas partes, y desesperado grité tu nombre, y a cada uno de los intentos que hice por obtener una respuesta tuya se le iba sumando la frustración del fracaso, el sinsabor de tu ausencia. Fue entonces cuando el mar embravecido me susurró que jamás volverías, y a continuación todo cuanto me rodeaba se quedó mudo, y se fue apagando, hasta que se quedó este mundo sumido en una absurda oscuridad  sin sonido.

El respirar aire puro no me calmó, mi olfato en aquel momento tan solo percibía mi angustia, y pensé si meterme en tu cama, al abrigo de tu calor, para así perderme en la belleza de lo que quedara de tu aroma. Creí que una parte de ti continuaría entre tus sábanas….

No obstante clavé mis ojos en el mar, y me adentré lentamente en él, la ropa ahora me pesa como si fuese plomo, y noto cómo mis músculos se hallan más exhaustos a cada segundo que pasa…

Brazada tras brazada todo es agua y silencio….

Hace dos días sostuve tu cuerpo inerte sobre la arena, lo que intenté hacer para reanimarte no funcionó, te saqué de este maldito mar sin vida, y en ese momento supe que también se había parado la mía….

Hijo mío, te confieso que poseo la esperanza de que como te pasó a ti, a mi nadie me impida la muerte, tú no te querías ir, mas yo deseo partir por el profundo dolor que me otorgó el no poder llegar a tiempo para salvarte.

Escrito el 30/10/2015