Ayer quedé con un amigo de la infancia. Me había acordado a lo largo del tiempo muchas veces de él, de su inquebrantable alegría, de su valentía, y de la vitalidad con que lo hacía todo imprimiendo a los que le rodeábamos un halo de ilusión, unas ganas renovadas de devorar esta vida. Le recordaba como si fuese un ejemplo a seguir, alguien que merecía realmente la pena en esta ciudad un tanto plomiza, en este barrio un tanto gris.
Por ello y por una cierta nostalgia busqué en internet, pregunté a antiguos conocidos de ambos, y al fin pude contactar con Arturo, en el pasado uno de mis mejores amigos.
Sin embargo, después de marcar su número, cuando apareció su voz al otro lado casi escupiendo un escueto ´´diga´´, un ´´diga´´ sin casi interrogación, con una pronunciación perezosa y cansada, me pregunté si con el que me encontraba hablando era aquel amigo o no del ayer, y después de las dudas y de unas breves palabras entre los que ya éramos dos desconocidos, accedió a la cita que le propuse con lo que me pareció una gran desgana, y a continuación, al colgar, evoqué otro mundo, uno en el que Arturo era como una especie de maestro siendo yo como un niño apartado, un simple y celoso discípulo.
Quizá por ello me fui separando de él, reconozco ya pasados los años que no aguantaba ser siempre su sombra, me quemaba el deseo de lo que por mi propio carácter no podía ser, eso que a su vez era mi amigo el que lo representaba.
Por eso ayer me topé con una gran decepción y un cierto alivio, a pesar de que fue también un amargo reencuentro….. Y es que Arturo ya no es el que era, ya no ostentaba ni su alegría ni la vitalidad de antaño, tan solo transmitía apatía, pena y aburrimiento, y al cuarto de hora una despedida, un ´´que te vaya bien´´ que sonó como un ´´hasta nunca´´, y yo con ese ideal que era él por los suelos, como saliendo de un sueño que descubro que no era en absoluto real.
Ahora Arturo se ha convertido en una leyenda perdida, una amistad truncada, en algo más que olvidar.
Escrito el 24/12/2015.