Hoy maté a mi mejor amigo.
Los raíles me conducían a su lado en este día gris, el viento agitaba las ramas de unos árboles desnudos, y las golondrinas parecían ausentarse del campo, mientras, el tren que me trasladaba circulaba raudo a través de un puente pintado del color de la esperanza, aunque hoy con crueldad, su susurro de acero quiso mentirme.
Al llegar a mi hogar, llamé al timbre para comprobar si escuchaba el alegre ladrido de Niko, pero el profundo silencio hallado me sobrecogió el pecho, el mismo que ahora anida en mi alma por su duelo.
Él se encontraba tumbado, sin apenas emitir ningún movimiento. Su rabo quieto, el hocico hinchado y mis padres aguantando un llanto de desconsuelo, hundidos mientras yo caía cada vez más rápido en un abismo de dolor.
Ya en el veterinario, la espera de algo que era inevitable, el reloj transcurría con lentitud, pero el tiempo pasaba deprisa. Él sabía que le esperaba la muerte, y yo únicamente podía brindarle mis caricias, mis besos, sosteniendo su cuerpo en mi regazo, aguantando unas lágrimas que sin querer brotaban de mi rostro, él permanecía tranquilo, sosegado, aguardando a que le calmaran el dolor que ahora tenía.
Un maldito cáncer había dicho que aquél debía ser su fin, y yo asentí, como el emperador que en los juegos baja el pulgar sentenciando al guerrero. Permití que le pusieran un elixir que atrae a Morfeo, de tal intensidad, que de este dulce sueño jamás retornará.
Nikomedes, sólo deseo pedirte, que me concedas tu perdón, por quitarte la vida, pues no quería ver tu sufrimiento. Me quedé contigo hasta el mismo momento en que tu latido te dio la espalda, abandonándote, y me enorgullezco patéticamente de haberte dado ese último beso antes del leve suspiro que te alejó definitivamente de lo que es existir. Eso, te juro, es lo único que pude hacer por ti.
Y quizá esto sea una porquería de texto, pero era lo que en este momento necesitaba plasmar, pues un amargo ácido me corroe las entrañas, y el veneno de la tristeza recorre mis venas.
Hoy no quiero nada bello, no deseo ningún tipo de elogio, puesto que te fuiste, no quiero que mis oídos escuchen aplausos.
Hoy maté a mi mejor amigo, y esto es lo más sincero que nunca he escrito.
(Dedicado a Nikomedes en el día de su sacrificio)
Escrito el 28/01/2014.
sin elogios ni belleza te escribo mi más sentido pésame, me uno a tu dolor , derramo mis lagrimas sinceras por tu gran amigo y por ti…no te aplaudo…solo te abrazo fuerte en la distancia , hasta que te pueda ver…mientras recibe todo mi cariño,se fuerte que el nunca se irá de tu lado..y yo tampoco.te quiero mucho
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Me pasó lo mismo y no creo que le mataste sino que le diste un final más dulce del que lo esperaba.
Le ayudaste a irse en paz sin sufrimiento. Aunque ahora el que sufre seas tu.
Un beso muy fuerte
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