ELLA Y ÉL

Era una tarde soleada de mediados de Marzo, él había tenido un mal día, uno de aquellos que son despiadados con uno mismo. Aposentaba el deseo de alejarse de un mundo que se le representaba hostil, sin embargo, sabía que debía hacer un esfuerzo, y es que tenía que encontrarse con aquella misteriosa y atrayente mujer.

Después de un breve saludo, de un cruce quizá esperanzado de miradas, se encaminaron a disfrutar de una exposición de Cezanne en el que era su segundo intento, la mejor excusa que encontraron para un nuevo encuentro.

Fue entonces cuando aquel hombre decidió dejarse llevar olvidándose por un momento de todas sus penas, y así quiso tener un atardecer tranquilo, un anochecer agradable, un momento de paz junto a esa dama que acudió a la hora prevista sin que él lo esperara.

Al entrar en la exposición le pareció que la gente a su alrededor desaparecía, era como si se encontraran ambos en una soledad que en ese preciso instante compartían. Contemplaban extasiados la hermosura de los cuadros de un maestro sin apenas enterarse de que su arte les estaba enseñando cómo entre ambos algo surgía, cómo algo latía y crecía. ¿Era ese el inicio de una nueva historia de amor?

Para ella una de aquellas pinturas era especial, su textura, su color, el trazo que la mano del artista había marcado, y él si hubiera podido le hubiese puesto en aquel instante la luna a sus pies, pero con humildad le regaló lo que estaba a su alcance, una sencilla reproducción, y dio un vuelco su pecho al sentir cómo aquella mujer ante este gesto se conmovió.

Se encaminaron hacia el Palacio Real, y Madrid entera los contemplaba envidiosa. Al sentarse, al observarse, al dialogar ….. en el transcurrir de un tiempo en el que estando uno al lado del otro parecía que no importaba nada, él sintió un impulso reprimido de besarla, mostrándose inseguro, miedoso, puesto que no deseaba cometer un error grave que terminara con lo que se le aparecía ante sí como si fuera un sueño ….. aunque ella lo intuía, y con su mirada cada vez más apasionada se lo pedía.

La llevó a un restaurante italiano que no conocía personalmente y resultó ser la mejor velada que recordara…. y sin saber aún muy bien si fue por estar en su compañía o por el encanto o embrujo de aquel ocaso castizo, en el paseo que les guiaba al adiós de aquel día, quizá con la ayuda de algún osado Ángel celestial, se aventuró a besarla, y ella le ofreció sin resistencia sus labios. Contenían un sabor dulce, un tacto suave y carnoso que se entregaba abierto al placer, y unidos de la mano continuaron su trayecto deteniéndose en cada rincón, abrazándose, acariciándose, preparándose para el olvido de un pasado difícil, de un pasado en el que no se conocían, en el que él miraba hacia el cielo mientras ella, sin saberlo, le entonaba como en un suspiro la melodía del aquí te espero, el canto del en un bello día nos encontraremos……y ninguno de los dos esperaba aquel comienzo ni esa fulgurante pasión, sin embargo en sus corazones no se encontraba el arrepentimiento, y  apoyados en un ventanal de la Gran Vía se entregaron al principio del amor….

Hoy se verán otra vez ante el Oso y el Madroño, y se buscarán con los ojos, juntarán sus labios de nuevo, porque sin duda un sentimiento entre ellos dos está creciendo.

 

Escrito el 15/03/2014, reescrito  el 25/02/2016.

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