Cuando los primeros rayos de sol amenazaban con aparecer, y la oscuridad agonizaba gritando de dolor al desvanecerse, un hermoso ser, un hombre alado, mitad humano mitad animal, se preparaba para realizar un alto vuelo, ese que él creía definitivo, el que le guiaría hacia el cielo del máximo éxito, puesto que en su deseo estaba el poder cambiar este mundo, erigirse cómo un auténtico héroe, y todo ello subido en la cúspide de la estrella de más brillo.
Para conseguirlo se esforzó, luchó con la inteligencia que poseía su mente, noches en vela, días sin casi probar bocado ni buscar el reposo necesario, sentía un profundo cansancio, una tremenda ilusión, vidriosa se podía ver su mirada, llena de esperanza, puesta en ese futuro ficticio, sin importarle nada más que la meta, olvidándose por completo del camino presente, el que emprendió desde que era nada más que un zagal, un niño deseoso de reconocimiento, un adolescente que anhelaba de todos los demás la aceptación.
De este modo perdió sin darse cuenta la noción de la existencia de aquellos que le amaron, por ser tal cual es y no otro, jamás lo hicieron por el fulgor de su sueño, que se convirtió en un delirio, pues ese ideal no era de nadie, únicamente fue el suyo.
Quiso encontrar su alegría en la grandeza, la que se halla en el disfrute de lo más sencillo, sin saber apreciar y valorar todas aquellas maravillas que nos rodean.
Así dejó de contemplar y embelesarse con la belleza, la del arte y la del amor, y apartó de sí el placer que proporciona un beso, rechazó la sensación de ver en cada amanecer al lado suyo a la persona que podría llegar a ser su pasión.
Saltó con un enorme impulso, el horizonte de su pretendido destino le esperaba, extendió ansioso las alas, pero éstas no tenían la suficiente fuerza, y descendió súbitamente cayendo en el abismo de su propia desesperación, en la cama se resguardó exhausto, le diagnosticaron la enfermedad de la depresión.
Ahora, en la semioscuridad de un cuarto cerrado, siente opresión en el pecho, mas estoy seguro de que pronto renacerá con gran fortaleza, se avivará en su corazón una llama, ya que se dará cuenta de lo erróneo de su planteamiento, y sus alas le llevaran hacia la felicidad verdadera, la que tan sólo se halla en el interior de cada alma.
Habiendo comprendido la lección que le brindó ésta vida, el hombre pájaro trazará de nuevo una nueva ruta, sin la pretensión de intentar el cambio de nada, de ninguna cosa que no sea él mismo.
Escrito el 24/09/2014.