Debo de reconocer que me sentía bastante frustrado.
Mi abatimiento era producido porque sabía que no me merecía ni halagos ni lectores, siempre tuve los pies en el suelo y mi mirada observaba incrédula mi escritura, entendía que nadie tenía que denominarme escritor, puesto que al hacerlo yo a mí mismo, me notaba falso, un auténtico impostor, inútil para este sutil y elevado arte, ya que ante él temblaba de temor mi inocente corazón.
Se burlaba de mi un ego que no existía, se hundía en la arena de mi propia decepción, puesto que me vestía cada mañana con los harapos del fracaso, mi barco se hundía en las aguas de la desilusión.
Qué decir lo que surgía dentro de este cuerpo, lo que nacía en la sensibilidad de su espíritu, cómo rugía de dolor mi sien y se aceleraba mi latido de rabia, al escuchar hablar de mi como se podría hacer de un excelso poeta y su obra. Porque si acaso soy y era un simple bloguero, a lo mejor algo mediocre en el empleo del verbo.
Aunque para ser justos con mi humilde persona, comprendo que en mí puede que se encuentre un potencial aún por explorar, pero también hay que entender que hasta el día de hoy, no lo supe con corrección absoluta emplear.
Escritos demasiado rápidos, juegos sin reposar, escasa a menudo la utilización del raciocinio, todo prácticamente improvisado y pasional. Letras inconexas, carentes de una melodía acompasada, cacofonías que no tenían el perdón de mi pluma, cuya nobleza se entristecía al ver desperdiciar su tinta, pues la belleza que es formal y verdadera, se hallaba desterrada por ser un tirano.
Sin embargo debo decir, que no todo era malo, a pesar de bastantes malogrados textos, algo afortunado plasmé en el pasado, intenté al menos ser sincero, eso con seguridad fue lo que me honró. No obstante, en contra suyo carecía del talento necesario, de la lucidez que me podría definir, así como de un empeño que antaño no pretendía aquella perfección, que tiene la esperanza de hallar todo buen narrador.
La honestidad tomé por bandera, y acompañará mi mano al intentar realizar esta pretendida profesión, que quizá una fuerte determinación de mi voluntad espera, no sé si será suficiente para ello mi incansable esfuerzo y vocación.
Mas me contemplaba como un ciego haciendo garabatos, un simplón junta letras, y tan sólo lo siento por los que no lo quisieron ver a tiempo, pero no es culpa suya, pues disfracé bien una escritura mediana, que prácticamente cualquiera con más o menos paciencia sabría conseguir probablemente con mayor destreza.
De todo se aprende, como por ejemplo de las valiosas críticas, las recibidas de mi apreciado tío José Luis, o las de mis sinceros amigos Covadonga y Carlos, que en ocasiones fueron algo duras, pero que en mi interior germinaron y me sirvieron al igual que los halagos que el resto me brindaron.
Y reconozco que me sentía frustrado.
En este instante por fin sé que puedo ser un escritor respetado, en mi anhelo está el descubrirme, el jamás volver a fallarme, y el tomarme como un reto este nacimiento al mundo de las letras. Para que cuando llegue el ocaso de mis días, sea tratada como decente una obra, que no quieren ser palabras vacías, huecas por falta del dominio de este oficio, que amo y realizo con toda la ilusión de mi alma. Mas no será nunca por no saber moldear ni dar sentido y hermosura al lenguaje, sino más bien porque no lo quise hacer, porque como un mediocre deseé mostrarme.
Puesto que no hay peor cosa en la vida, que comprender que es ficticio el relativo éxito que uno posee, pues sabes a la perfección que el debido nivel no alcanzas, y que no eres aún escritor, tan sólo un humilde aspirante sin el dominio que se estima con valor, en definitiva un mero y sencillo buscador del brillo y su esplendor.
ESCRITO EL 15/08/2014