DIOS; NI CONTIGO, NI SIN TI.

Padre celestial, tengo que confesar que me inclino a pensar en que no creo en Ti.

 

Señor, nunca me inspiraste una total simpatía, aunque quizá fuera esto culpa de la mano del hombre, porque aunque era todavía un niño veía que detrás de tu nombre había intereses y ambiciones.

 

Sin embargo, puedo observar en mí, la enseñanza inculcada, por la culpa que guía mi rumbo, por la rigidez de mis actos, por el espíritu de ayuda al necesitado que me acompaña. También aprendí cómo debería ser un auténtico Cristiano, entendí con ello que no es mejor el que reza, sino el que ayuda calladamente a un hermano.

 

Dicen algunos que creen saber de tus misterios, simplemente porque leyeron unas escrituras interpretadas, siempre de un modo poco fiable, que su religión es la auténtica, que seguirla es tu único medio de salvación, presumiéndose así los elegidos, sin poder llegar a comprender que el único con poder de elección serías Tú, su improbable Dios.

 

“Los caminos del Señor son inescrutables”, por ello toda la Verdad en la que creen es falsa, puesto que sólo puede ser Él quien la conoce. Su proclamación (de la Verdad) es fruto de la mano de una jerarquía que utiliza el nombre más sagrado para fines no muy loables, que aunque no sean únicamente los económicos, podrían ser para satisfacer simples egos, pobres almas necesitadas de notoriedad, que excluyen aquello que no está de su lado, que rechazan cualquier pensamiento que se opone a su voluntad.

 

“Amarás al prójimo como a ti mismo”, ¿conseguimos hacerlo?, ¿no nos distanciamos formando comunas de Fe?, ¿no seguimos a instituciones que proclaman la Salvación de una manera frívola?. Puesto que la Salvación no está en función de pertenencia o no a ningún estamento, sino que debe encontrarse en el corazón y el discernimiento de Dios.

 

No obstante, admiro a los que tienen una Fe ciega, una sin dudas, porque al igual que esas personas que no se plantean los auténticos problemas que les rodean, aquellos que cierran sus ojos para no sufrir, que dicen con razón que no se puede hacer nada aunque esto les haga perder lo poco que les queda de humanidad, tu seguidor, el fanático de Ti, no sabe ni sabrá si es equivocada tu Palabra, puesto que su mente por seguirte, dejó de razonar, evitándose así los problemas que acarrea tener una mente y un alma libres, diciendo que la libertad es seguir tu voluntad, a pesar de que tristemente, jamás podrán saber cual es.

 

Por ello si es en tu nombre se mata o se adquiere poder, cuando debería ir contra todas las leyes existentes (las divinas y las humanas) el asesinar, puesto que si Tú decides que alguien desaparezca, únicamente Tú tienes el Don de que un latido deje de funcionar. Y con respecto al poder, qué decir, en vez de una bendición tendría que ser un castigo, que aunque recibido de buena gana, nunca sería un hecho de satisfacción personal, sino una pesada carga, un profundo sentido de la responsabilidad para con los demás.

 

Padre celestial, te confieso que me cuesta creer en Ti y en la bondad de la humanidad.

 

Cada cambio retrocede, vence el egoísmo al bien común. Mas diciendo esto yo no me salvo de nada, no soy mejor persona ni poseo esa Verdad que tantos anhelan, no he sido “iluminado” como piensan algunos creyéndose los elegidos, soy igual de pordiosero que todos, igual de cobarde e ignorante, en definitiva…..igual de animal.

 

Mi experiencia me demostró que efectivamente “El hombre es un lobo para el hombre”, y que Dios quizá nunca existió, al menos sé que sea por sugestión o no, en una etapa de mi vida te sentí, noté que estabas junto a mi. Ahí están mis dudas de tu realidad o ficción, de si fuiste sólo locura o sueño, o si te encuentras en verdad oculto en lo profundo de cada corazón.

 

Porque lo que debería importar, bajo mi humilde opinión, es la generosidad del espíritu, y no la semanal inclinación ante tu crucifijo, que aunque representa quizá la mayor grandeza, es preferible que ésta sea plasmada con esfuerzo y sacrificio en la tierra.

 

Porque otro mundo es posible, sólo hay que dejar de discutir y olvidar esos asuntos que sólo le conciernen a Dios. Quizá sea éste el único modo de conseguir finalmente acercarnos a ti, Padre y Señor.

 

Escrito el 20/07/2014.

 

 

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