La conocí una cualquier noche de primavera, una repleta de humo y de notas de Jazz.
La descubrí tal y como ella es de misteriosa, su mirada melancólica cautivó el temblor de mi habla, que desde entonces intentó recitar su primer poema, el único que escribiría como verdadero, no uno que reflejara amor, así como tampoco pena, ni belleza ni soledad, tan sólo ese sentimiento confuso que se apoderaba poco a poco de mi cuerpo.
Quizá sea éste únicamente de dulce empatía, un deseo desesperado de amistad, un instinto fraternal de protección, puesto que vi en su persona lo que hace tiempo en mi escritorio está escrito, mi palabra se encuentra en ella hecha carne, el personaje que creó mi mente está en esta mujer existiendo.
Es mi reflejo, pues su vacío es el mío, su tempestad la que siempre habitó en mi pecho, y nuestra cárcel es la vida que otros nos impusieron.
A veces la contemplo paseando por el pueblo, entre sus jardines se pierden mis ojos, se difumina con el color del paisaje, y noto como en toda mi obra su ser se esparce. Porque ella es mi yo joven y femenino, es una diferencia de mi constante, se halla en mi pluma mientras camina solitaria y pensativa por estas reales y vetustas calles.
Hoy soñé que de sus homoplatos brotaban vigorosas alas, que frente al espejo se veía al fin desnuda tal cual es de rebelde y de salvaje, poseedora ella de un alma tan bella que no puede más que reflejar un espíritu noble, y la despedí de este modo desde el balcón de mi cuarto, ese que se encuentra ahora vacío sin su envolvente esencia.
Entonces es cuando levanté mi mano esbozando en mi rostro una sonrisa, pues con felicidad y tristeza comprendí que en este momento ella era libre, y que así se debería mostrar, pues voló al traspasar la irrealidad de mi texto, que sin su realidad estará plasmado siempre en un papel muerto, en uno sin ninguna importancia, uno que se esconderá en el cajón del olvido, y así se mantendrá perenne en él, así estará unido eternamente a mi alma.
Escrito el 27/05/2014.