Delante de la taza de un café, en un bar de la estación de Atocha, me encuentro esperándola a ella, mi amiga, esa que me acompañó en la larga travesía por mi enfermedad, la que ha venido a pasar unos días de nuevo a mi lóbrega ciudad, a ésta, que es y siempre será la nuestra.
Ella nos pudo observar pasear largas tardes de invierno, abrigados ante aquel frio que helaba nuestros huesos, aunque yo por dentro sentía un calor especial, un pálpito que se aceleraba, como lo hace ahora al verla sentarse en frente de mi, quitándose su chubasquero rojo y la bufanda que algún día lejano por sorpresa le regalé.
Pide disculpas por el retraso, yo la escucho en silencio, y ella no para de hablar. El tiempo transcurre, parece que quiere contarme demasiadas cosas, se muestra confusa, pero el tren se va a ir, la alejará otra vez de Madrid.
Me dice que la acompañe al andén, que quiere contarme un secreto antes de partir. Agarra mi mano, salimos al amplio vestíbulo, y la confusión en este momento de quien se apodera es de mi.
Nos detenemos ante la barrera que nos separará en breve, ella estará pronto por dentro, y yo permaneceré fuera. Me mira a los ojos, mis piernas tiemblan, me dice que por favor no diga nada, entonces, en un instante, sus labios están posados en los míos, y me expresa después con la más dulce voz que es la suya, un ´´te quiero, te he querido siempre´´.
Me quedo atónito, mi cuerpo permanece estático, como en parálisis debido al shock. Ella ya camina hacia el tren, vuelve su mirada y me hace el característico gesto del meñique y el pulgar que significa llámame.
El tren se marcha, y ella se halla subida en él, pensará en lo que acaba de hacer, y yo comprendo que en breve regresará.
Palpo el teléfono en mi bolsillo, y con el corazón lleno de júbilo entiendo que nuestro amor es mutuo.
En este concreto momento suena la música que me indica que tengo una llamada. Es ella, que impaciente no supo aguantar la espera.
Escrito el 09/02/2014.
Pecioso….muy dulce.. me encanta
Me gustaMe gusta