ALEGATO CONTRA LA HIPOCRESÍA HUMANA.
Este es un alegato, contra todas las palabras y sonrisas falsas, y contra todos los halagos brindados con traición.
También trata sobre esas personas que se creen buenas por naturaleza, y de esas otras que creyeron alcanzar una divina iluminación, puesto que únicamente es una ilusión en su mente, porque si Dios existe, no posará sus ojos en quien le predica o le reza, sino en el que mantiene en este hostil mundo puro su corazón. Se fijará en el que ame al prójimo sinceramente, y no al que ostenta cómo única y verdadera su religión.
Ya que esta vida me enseñó a desconfiar de la gente que dice ser buena, porque sus actos al final ante mi los delató, porque todo aquello que hagas por los demás no tienes que mostrarlo, sino que hacerlo con abnegada pasión.
Y no se crean que pretendo ser dogmático, ni que en mi interior no existe un interés propio, porque este texto es para lavar la conciencia, del que tantas veces ha sido y será mentiroso.
Al menos reconozco mi imperfección, que no es sólo una declaración de fracaso. Aspiro siempre a algo supremo, que mi entendimiento comprende que jamás será por un ser humano alcanzado.
Aconsejo humildemente, por si alguien me escucha, que nunca pretendamos ni buscar ni ser ejemplo, porque en toda persona hay algo oculto. Así como la máxima justicia suele ser injusta, no existe un gran hombre ni mujer, que un abismo de maldad no sienta ni conozca, aunque a si mismo por su bien, en secreto lo quiera retener.
Escrito el 27/012/2013.