EL PARAÍSO PERDIDO

Siento en la planta de mis pies el suave roce de los finos granos de arena. Una agradable brisa acaricia mi cara. El sol desciende llegando a su ocaso. De mi mano camina la mujer querida. La amada. La musa que propicia mi obra. La única con  auténtico sentido. La que aún no he acabado. La que está por comenzar. La que será escrita con la tinta indeleble de la eternidad.

Dando círculos sobre sí misma. Con los brazos extendidos. Volando en tierra firme. Un cuerpo grácil., lleno de belleza. Libre de prejuicios. Alejada de odios y frustraciones. La creación en persona. Mi legado. El fruto que une nuestros lazos aún más. La hija que probablemente nunca tendré. La que sólo es representada en mis sueños.

Miro hacia el mar. Inmenso y azul. Encamino mis pasos a él. Que me atrae con su misterio. Dibujándose una sonrisa en mi rostro. Porque a ambos lados se encuentra lo amado. Lo que no existe. Lo que probablemente nunca lo hará.

Nos adentramos despacio. Notando como el frío hiela nuestros corazones. Siendo ellos uno sólo. El mío. Que se torna insensible. Duro como un témpano. Despertando así en la oscuridad de la noche. En la soledad de mi cuarto.

Sintiendo haber perdido el paraíso. El que únicamente es encontrado en los brazos de Morfeo. El que seguiré buscando lejos del mundo onírico. Lejos de la irrealidad.

Comprendiendo que nunca será hallado.

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