Te conocí en Madrid.
Disfruté de tu visión.
Como a un inocente aprendiz,
me robaste la razón.
Diste a mi latir alas,
que ahora descienden al averno.
Condenando mi triste alma,
al recuerdo de un rostro tierno.
Tu marcharas al extranjero,
a habitar en tu distante mundo.
Yo con mi verbo sincero,
continuaré un caminar vagabundo.
De pensamiento rebelde,
y hablar visceral.
De disidente mente,
y existir sentimental.
Siendo así que en Madrid,
tuve tu bella visión.
Como a un inocente aprendiz,
me robaste el corazón.
Escrito el 18/08/2013.
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