Pronto se celebrará el juicio de Salvador, un hombre que cometió un delito de los que a estas alturas de la historia nos son difíciles de concebir. La gente espera exaltada, clama con rabia pidiendo venganza y busca en los diferentes periódicos nuevas noticias sobre el caso, a cual más escandalosa, a cual más amenazante para con la sensibilidad humana.
La policía teme el efecto que podría provocar en la sociedad y vigila ante la posibilidad de que surjan imitadores. Especialistas de la mente criminal estudian el caso con la máxima meticulosidad y cuidado, aconsejan que no se cuente ni se permita tener acceso a los menores de edad a los detalles del proceso por someros que sean estos, para evitar de este modo que un cerebro en formación se impresione. Por lo demás la opinión pública se siente asustada y exige la pena más elevada.
Los hechos están claros y son demostrables, el ajusticiado, encerrado en la prisión más segura de este país fue entrevistado y en su declaración no cejaba de sonreír, acentuando su condición de culpable, pues lo hacía con sinceridad, sin sarcasmo ni dobleces.
Los sucesos son los que se relatan a continuación:
Salvador se levantó un día del otoño pasado y se encaminó al tren como en él era habitual, al estar el vagón lleno y todos los asientos ocupados osó en dejar el suyo a una mujer embarazada, siendo este su primer delito. No contento con esto, inspirado como estaba en su aura de bondad, ayudó a su compañero de trabajo a terminar un asunto de máxima prioridad sin escurrir ningún bulto, dando la cara junto a él ante los posibles errores que se pudieran encontrar, al regresar a su casa subió las bolsas de la compra a una vecina ya anciana que apenas podía ni mantenerse a sí misma en pie y no satisfecho con eso, casi al anochecer, dio la orden a su banco vía online de pagar todas sus deudas, tiró la basura de forma clasificada para que fuera reciclada y llamó a sus padres para pedirles perdón y para decirles lo orgulloso que se sentía de ellos. Como colofón les comunicó que en cuanto tuviese un instante acudiría a verlos.
Lo verdaderamente imputable es que todo ello lo hizo porque quiso, nadie le obligó, puso toda su buena voluntad y en sus sentimientos no se encontraba ni odio ni resentimiento, tan sólo se veía en él una increíble empatía acompañada de un intenso y maravilloso amor.
Un escándalo señores, algo reprobable de cualquier modo, ¿cómo alguien puede hacer tales acciones sin buscar nada a cambio?…..
Los hechos son imperdonables, pues deja a toda nuestra sociedad en un pésimo lugar. A muchos de nosotros nos hace sentir de una forma ruin. Así pues pido mediante este escrito que le encierren para siempre, que la comunidad lo que quiere es la conciencia tranquila, no se pueden consentir más comportamientos como los de Salvador, son absolutamente honestos y por lo tanto inapropiados.
ESCRITO EL 05/03/2017