Cuatro ruedas, dos asientos, un par de amigos, la oscuridad de la noche en la carretera, música melancólica que me trae a la memoria tu recuerdo, ese que a todas horas flota en el viento.
Añoro tus abrazos, anhelo unos besos, me siento tranquilo y en soledad, noto una profunda tristeza, lo que parece ser en mi un interminable abatimiento.
Tú, que eres como esas luces resplandecientes que iluminan el horizonte, así de vivaz y alegre, poseedora de tanto brillo y de un poderoso fuego ardiente, a ti vuelvo mi vista como casi siempre ausente, cegada al desear tu amor, intentando rozarlo con mis dedos, para luego perderlo con la bruma, sintiendo con desasosiego como se esfuma de mi boca el inolvidable perfume de tus besos.
Pienso en ti, en tu felicidad, en lo arrastrado que a veces soy, en mi total carencia de libertad. Me vienen a la mente conocidos gorriones entre rejas, aves más jóvenes necesitadas de comerse este mundo, cuyas alas deben conducirlas a un existir alejado de lo que les hace daño. Mas yo soy yo y mis circunstancias, impotente ante el torbellino que envuelve mi vida, al menos espero que emprendan ellas el vuelo, a pesar de que mi persona se quede contemplándolo con lágrimas desde su tierra baldía.
La goma y el asfalto me guían a mi destino, que no es más que escribir este texto, mis manos durante el trayecto sostienen el plástico de un portaminas, su suavidad, cuya punta quiere esparcir su contenido en una hoja en blanco, una que se perderá con el tiempo, que caerá en un perenne olvido, como tantas sin ningún valor, como muchas que muestran el dolor de su autor.
Textos salidos de noches rodeadas de fiesta, en las que unos fuegos artificiales me hacen sentirte bien cerca, disipando así el temor de mi débil pecho, escapando de este modo de mis sentimientos su pena.
Escrito el 14/06/2014.