Amar es mirarse frente a frente sin que haya tan sólo entre los dos pasión y rosas, sino un dulce susurro y una bella imagen del otro que ronde a cada instante tu mente.
Ser conscientes ambos de vuestra mundana imperfección, y a pesar de todos los males descubiertos quererse.
Conocerse despacio, recorrer su cuerpo con tus manos, acariciar su pecho mientras notas como se acelera su latido, sintiendo al hacerlo un beso suyo pasional y verdadero.
También es proyectar un futuro incierto, uno en el cuál puede que ninguno de los dos estéis, mantenerse leal y fiel sin serlo únicamente en la palabra, y entregarle a tu compañera cuando sea preciso desnuda tu alma.
Cuidarla cuando esté herida, recibir el calor de un abrazo después de una noche entera bajo la tormenta, tener paciencia ante sus defectos, aguantar viento y marea porque su corazón compensa lo peor que en ella se hospeda.
Es locura y cordura, momentos de prudencia y de valentía, en ocasiones odiarse pero siempre añorarse, es encontrar una ilusión mutua de un horizonte unidos, un deseo de hallar tus ojos en los suyos y construir un mundo ajeno al resto.
Tener dolor ante su ausencia y alegría en el reencuentro, es darte por completo y dejarla libre para que sus alas si así lo quieren emprendan hacia ti el vuelo.
Porque ayer, en la oscuridad de mi cuarto comprendí que te amo, y que no son sólo un par de palabras, sino un sentimiento que crece en mi, uno que hacía ti Marisa en mi pecho tengo.
A Marisa Belarmino.
Escrito el 10/06/2014.