Qué importa el papel que está en blanco,
qué la tinta hecha texto en él,
el dinero que tienes guardado en el banco,
las posesiones que tú puedas o no tener.
Y qué me dices de aquella libre golondrina yerta en el parque,
los que descansan en el cementerio en ilusiones no creen,
cansancio lleva mi rostro como un fiel estandarte,
lágrimas inservibles en su melancólico querer.
A lo lejos resuenan campanas,
avisos con perfume falso de hiel,
en este momento queda helada mi alma,
mi rezo desde ahora carece de fe.
Qué fútiles las aspiraciones propias
si de esa agua tu boca no tiene sed,
el torrente que estropea la acacia,
llegar sin alegría hasta la triste vejez.
Qué más da el brillo de éste amanecer,
y tu macabra pistola en este entierro,
aunque le brindes con ella una salva a él,
todo ser que vive sabe que lo sepultaron lo mismo que a un perro.
Pienso que lo único que necesita mi cuerpo de vez en cuando es respirar aire puro,
sentir una brisa suave y agradable en la cara,
y poseer la dignidad suficiente en el mundo,
para que nadie jamás pueda acallar mi habla.
De este modo lograré en mi caminar resistir,
ya sé que tendré en él una perpetua lucha,
cuando mi desgastada fuerza llegue a su fin,
saludaré sonriendo a una muerte que a mi descanso no asusta.
ESCRITO EL 23/05/2014.