En esos amaneceres plenos de esperanza, en los que como un ciego enamorado voy a Madrid, estando aún cuando regreso a mi hogar presente tu cuerpo, con su canto y tus caricias que como un latir indeleble se aposenta en mi rostro.
En las tardes de paseo en las cuales me coges de la mano. Tú, que eres mi amada de pelo largo, tú, que siempre fuiste mi amor de cabellos canos. Las dos me enseñáis lo que es algo bello, lo que es realmente una mujer y ese profundo sentir que fue desde mi niñez un deseo, ese que en mi pecho noto hoy sin saber muy bien el porqué, y que es para este ser un totalmente inusual, extraño y maravilloso sentimiento.
En esas noches de soledad en la cama, en ellos añoro el ardor de tu boca, y también el hermoso regazo que meza con dulzura los temidos sueños, los que me sobrevienen si a vosotras al lado no os tengo. Ya que por ti, salvaje pasión, por ti, bondad maternal, por vuestro aliento y comprensión, me convierto en el más valiente guerrero.
Pues al contemplaros juntas con mis propios ojos, una amplia sonrisa nace de la comisura de mis labios, porque para mi sois la luz y mi guía, esa que no permite que me abandone a mi suerte, que me hace esforzarme día tras día, para que sea mejor en su tránsito mi alma y mi vida.
A ti, que te deseo, y a las dos, que con honestidad os adoro, porque una me tuvo creciendo en su vientre, y la otra constantemente habita en mi corazón y mi pensamiento.
Por eso estos días de ensueño, mi gratitud por esta existencia os debo.
A ti, porque te amo, y a ti, porque te quiero.
(Para Mª del Sagrario y Marisa)
Escrito el 18/05/2014.