Sentimientos de amor y odio, aposentando en mi corazón poca ilusión y escasez de esperanza, aún así continúo luchando, es lo único que me queda en este mundo a veces cruel e ingrato.
Me encuentro en un jardín vigilado, tras unos muros que nos separan a los pacientes de lo que se considera normal, de lo que no se entiende como una mente con enfermedad. Sin embargo, miro a mi alrededor y no me reconozco, veo en los míos saliva cayendo por la comisura de sus labios, contemplo cómo caminan pareciendo zombis sin rumbo, ni vital ni casi humano, y con lo que tengo de sensatez me pregunto ¿serán tan conscientes como yo lo soy de lo que les sucede?, ¿se parecen los demás a mi en algo?. Olor a lejía proviene del pabellón, y yo me siento ajeno, desterrado de lo enfermo, al igual que de lo sano, y no hago más que cuestionarme qué soy, hacia dónde voy.
Tengo trabajo, uno que casi por piedad me otorgaron, no hallé en lo laboral otra elección. Fui tratado al principio por muchos como un estúpido, algo inútil, sufrí ante ello tanto que estuve a punto de abandonarme a mi suerte, mas aunque el dolor me atenazaba al estar allí, con un inmenso esfuerzo y contención logré resistir.
No hay orgullo en mi pecho ante ello, sólo profunda tristeza, porque observo siempre el cuestionamiento hacia mi persona. Comprendo que mi vida siempre será demostrar, y aún así poca gente se fiará de lo que soy, a cualquier síntoma de nervios apelarán a una enfermedad, sin llegar a saber lo que en esta vida tengo que constantemente soportar.
Pues poseo un sueldo que no me permite pagar un alquiler, no encontrando otra solución que vivir con unos padres que a mi edad no se dan cuenta que me asfixian, porque me siento tratado todavía como un niño, alguien al que jamás le permitirán crecer. Es entonces, cuando delante de esta pared su piedra a cabezazos deseo romper, no porque me entre un arrebato de locura, ni porque sienta de repente una violencia descontrolada, sino porque noto como la sociedad me desprecia, sin llegar a entender muy bien el porqué.
En algunos amaneceres, cuando contemplo mi rostro en el espejo, odio a ese ser que se refleja en él. No obstante aquí sigo, siendo esto una muestra de amor propio y de lucha, quizá esa dura roca que es la vida mi pensamiento con su constancia rompa, o quizá ella lentamente me destruya, es lo que queda por descubrir en mi historia.
Ajeno a este mundo, diferenciado del otro, disidente de lo conocido, así se siente mi ser, lleno de unos impedimentos que si se borrase un diagnóstico seguro tenderían a desaparecer.
Sociedad esclava, gente con prejuicios, eso es lo que día tras día mis ojos con melancolía comprueban y ven.
Escrito el 15/04/2014.