Debo decirte que nunca creí excesivamente en mi, que siempre me vi como un solitario vagabundo, uno que caminaba a ciegas hasta que te encontró a ti. Al contemplar tu hermosura no me quise hacer ninguna vana esperanza, ya que en mi vida jamás tuve el sueño de poder alcanzar tan elevada estrella, pero alcé mis labios y hallé un nido en dónde cuidar un sentimiento, ese que sólo tu sabes cultivar en mi pecho.
Los paseos bajo la calidez de la luna, en un Madrid que descubrió nuestro primer beso en aquella noche de magia, hicieron confuso para mi el siguiente despertar, pues parecía lo que nos había sucedido algo ficticio, un rodaje en el que los actores se han metido demasiado en el papel, leyendo con avidez su guión a cada nueva cita, manteniendo la intriga de una historia que quizá si el destino o Dios quisiera podría convertirse en eterna, una cosa por lo que cada día merezca la pena luchar.
Tengo que confesarte que en mi interior está creciendo una llama que a cada momento se hace más intensa, también que mi corazón siente miedo, no de llegar a amarte, sino de que algo tan bello como lo nuestro sea cruelmente irreal.
Pero ello no importa cuando noto el latido de tu cuerpo, cuando veo que me sonríe tu rostro, y en esos instantes juntos que con tus manos me acaricias. Pienso en ti, y creo en tu palabra, pues he empezado a quererte, siendo esto un sentimiento que aparece de mi hacia ti irremediablemente.
Escrito el 25/03/2014.