Me despierto entre la bruma, sintiendo desasosiego por una ausencia, observo la negrura de mi cuarto, sus distintos tonos, las siluetas que se forman, y me lleva todo de vuelta a un cuerpo casi olvidado, siempre cruelmente recordado.
Me incorporo despacio, apenas sin emitir ruido, con sigilo abro la puerta de mi cuarto, y me detengo a escuchar pensativo el silencio. Los demás duermen, como es habitual desde hace tiempo yo estoy despierto, desvelado en la noche, viviendo medio adormilado, como si todo fuera un mundo completamente irreal.
Problemas sin resolución, sintiendo mi impotencia, queriendo con las uñas de mis manos rasgarme la piel, deseando ser devorado por las fauces de una bestia salvaje, puesto que busco la belleza, hallando en estos días únicamente fealdad.
Me apena la incertidumbre de un futuro al que parece que no camino, estancado, sumiso por unas circunstancias, manteniendo una mirada ardiente de pasión por la huida, aposentando en el interior un corazón cansado de existir sin ningún tipo de control, hallando hasta ahora a las mujeres equivocadas, cuyo error es solamente mi persona.
Desesperanza, desánimo, me encuentro en una calle vacía, solitaria, y hace frío, pero ya nada importa, ni la desidia de los días, ni el desconsuelo de mi anhelante pecho, que no entiende su llanto, cuando está reflejando en su rostro una falsedad, la de encontrarse feliz.
Pues sé que me falta algo, un hálito de vida, alguien que llene mi alma vacía, que jamás halló una verdad que le alivie, ni un amor con quién compartir su soledad.
Ahora el sol amenaza con aparecer, y yo melancólico retorno a mi cama, entre cuyas sábanas cierro mis ojos, y es que en este día todo es oscuridad.
Escrito el 11/03/2014.