En la lejanía recorro una calle de Navalmoral de la Mata, allí se erige un edificio con un parque enfrente, en dónde saltan las ranas, y puedo vislumbrar la imagen de mi ausente abuelo corriendo detrás mío al escaparme.
Hay además momentos de completa libertad, al volar raudo entre campos de amapolas, poseyendo unas piernas recias, y un pecho que por aquel entonces tenía un latir desbocado.
También puedo encontrar sentimientos de amor, abrazado con fuerza a mi madre, siendo el juguete preferido de mis dos hermanos, y quizá (quisiera creerlo) el orgullo secreto de mi padre.
Se halla entre ellos, el nombre de un amigo perdido. Pedrito se llama alguien grabado en mi memoria, que sin embargo, y a pesar de ello, carece por completo de rostro y de alma.
Mas recordar a partir de ahí no quiero, porque seguro que vienen a mi mente tristes momentos. Además, todo ya ha muerto, de aquellos primeros tiempos, que sin desearlo vienen a mi mente, en este día que se torna a instantes oscuro, y en el que con melancolía me siento.
Escrito el 13/12/2013.