LUGARES PARA EVITAR UNA DISECCIÓN

La naturaleza cometió un error inexplicable conmigo, desde que nací jamás fui lo que se pudiera considerar un ser humano ¨normal¨. No es que pretendiera ser diferente ni que haya intentado nunca hacerme el interesante.  Todo lo contrario, ha sido desde que tengo un leve uso de razón una absoluta desventaja, una pesada carga con la que he tenido que lidiar sintiéndome siempre profundamente solo.

 

Un conjunto de características particulares son las responsables de mi singular individualidad, por un lado, está mi piel que tiene un tono azulado. Pero que nadie piense ni por un minuto que soy el descendiente de ninguna familia real o que mi cuerpo está evidenciando ningún síntoma de un perpetuo ahogo. Mi piel es azul y punto, ni dermatólogos ni espiritistas lo pueden explicar. Por otro lado, está mi pensamiento que es elaborado en algún lugar angosto y recóndito de mi cerebro. Cuando lo utilizo, que procuro hacerlo de tarde en tarde, mi frente al poco irradia un sospechoso calor que va en aumento y que a su vez produce que mi frente se vaya oscureciendo hasta llegar a expulsar un hilo creciente de humo. Eso por no mencionar las imágenes y palabras que tal suceso genera.

 

Por todo ello y por más cosas que no vienen mucho a cuento jamás he pertenecido o he sido socio de ningún club o grupo alguno, y las veces que lo intenté fracasé. A mis compañeros de clase les asustaba mi aspecto y mi forma de ser, daba miedo también a los perros y a los gatos que, o se alejaban de mi lado gimiendo o bien se subían de un brinco a lo más alto de la primera estantería que encontraban.

 

Con la religión no me fue mucho mejor, comprendí que en el amor al prójimo yo no estaba incluido, y a falta de entendimiento y muchas noches de rezo y de llanto terminé por darme por vencido, continuando así mi camino manteniendo mi fe en ese único e invisible amigo llamado Jesús, que más que menos era una grata compañía, aunque no la suficiente para mí.

 

Andaba pues por esta vida triste y taciturno, sin encontrar sentido alguno a mi peculiar existir, cuando de repente me topé con una asociación en la que fui parcialmente acogido. La formaban una docena de buscadores de ovnis, sin embargo, antes de lo que hubiera deseado, me defraudó profundamente la experiencia y los abandoné. Más aún cuando me enteré de sus negociaciones a escondidas para hacerse con los servicios de un anatómico forense, y de su pretensión de que él me diseccionara para estudiar mis supuestas entrañas alienígenas.

 

De esta guisa, no creyendo ya en nada ni en nadie me puse a reflexionar sin llegar a recalentarme demasiado. Concluí que lo mejor era recluirme en mi habitación para leer todos los libros fantásticos y de ciencia ficción que pudiera encontrarme por delante, ya que es en ellos en donde aparecen seres con los que yo empatizo y me siento realmente integrado.

 

La sorpresa que me brindó esta senda emprendida es que al poco de estar rodeado de tales personajes yo también comencé a escribir, y así conseguí mis propios amigos de tinta hechos a medida.

 

Mas a pesar de los pesares y de la soledad de antaño, que nadie piense que mi vida es triste, pues yo me siento inmensamente afortunado. Al fin y al cabo, no todos encuentran su lugar en el mundo, y os puedo asegurar que no existe ninguno mejor que el que se construye uno mismo.

 

ESCRITO EL 03/05/2019

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