(Este escrito está dedicado a todos aquellos que pasaron por mi vida y ya no están a mi lado, los valientes que recorrieron un trozo de su trayecto conmigo.
Va para todos los que se toparon con mi inaccesible e incomprendido a menudo muro).
Sé muy bien que a veces no resultó fácil, que a dos días felices les seguían dos semanas de profunda tristeza, entiendo que mi boca poco habla y sonríe, y que una incesante lluvia en mis ojos anida.
También sé que en ocasiones sentiste miedo, y que al contemplar tu bienintencionada condescendencia no quise aunque lo deseé, desatar una tormenta, que no te diste cuenta de que yo si lo hacía, del dolor que ante ello en mi corazón acontecía.
Comprendo que mi moral es como un rayo lanzado a tu conciencia, que mi voz de trueno ruge ante lo que considera injusticia, también que me equivoqué en muchos de mis juicios, aunque más se confundieron en los que hacía mi se produjeron.
Todo en mi tiene una razón oculta que nunca llegarás a comprender, si me alejé fue porque pensé o sentí algo, porque quise desaparecer, y no buscaré tus huellas por la arena, no te guardaré rencor.
En cambio te doy las gracias por intentar seguirme en mi camino, uno ajeno a la desidia, uno que se encuentra paralelo al que es por todos conocido. Gracias por restarme la soledad que tu despedida me da.
Pues vivo en un mundo aparte, y en mis escritos no se hallará jamás una compañía eterna, ellos desaparecerán como yo a su tiempo, al olvido caerán, se diluiran en el licor de su lamento.
Nuestro tiempo culminó como la cera en la vela, mi pecho claudicó e hizo caer de su cielo tu estrella, y aunque de mi mente te encuentres ausente, debes saber que mi alma siempre te añora y te recuerda.
Escrito el 16/06/2014.