Aquella no era una casa cualquiera
era la vivienda de un auténtico gorrino,
pues no es que fuese sucia, sino que más bien era pordiosera.
En una pared había olvidada una compresa
incrustada al lado de un ronchón oscuro,
y el moho crecía en el lavabo y en la despensa.
El suelo estaba pegajoso y levantado,
y aquel baño era un verdadero estercolero,
en el que logré ver mi rostro horrorizado
en un espejo que no es que tuviera mugre,
sino habitantes nocivos transitando,
pues todo en él era cutre.
Hasta las vistas a un descampado,
en donde las flores seguro se pudren
gracias al olor allí aposentado.
Total, que con el dueño marrano,
sin saber aún muy bien el porqué
firmé un contrato, y dándole mi mano,
en la que al cabo apareció la sarna,
me quedé con aquel aposento no sólo insano,
sino pequeño y en ruinas,
que además parecía de oro al costar tan caro.
Pero todo lo haré por vivir aquí,
en la ciudad más contaminada de España,
cuyo nombre es Madrid,
pues es en donde se halla mi sentimiento y mi alma.
Y es que si no fuese por mi amor a esta ciudad,
mudarme a este hogar sería un desconsuelo,
mas en ella sólo es felicidad,
a pesar de este frio invierno,
que sin calefacción, me entumece los miembros con su hielo.
A PABLO RODRÍGUEZ.
Escrito el 25/01/2014.