EN SANTANDER CONTIGO.

Para nosotros era tierra virgen
como tantas otras,
para mi no.

Inexplorada como los sueños
que juntos nos permitimos,
los que hacen temblar nuestro cuerpo,
porque soñar no cuesta dinero,
porque nadie lo puede prohibir.

No nos lo niega ninguna ley Divina,
tampoco la naturaleza con su huracán,
ni siquiera otra
del puño de algún tirano,
es algo que de un ser humano
no se puede eliminar.

Durante nuestra estancia,
como venida de alguna profundidad oculta,
una bella copla resuena,
la entona sin sonido
la luna.

Comprende que nuestra alegría
no es un secreto que se pueda guardar,
sino algo que toda alma
sensible percibe,
algo que nos hace que no estemos tristes,
es un fuego interno
que nos permite volar.

Vine hasta aquí
de la mano de mi amor,
el que está a esta hora presente,
el que sé que es verdadero,
el que estará dentro de mi por
siempre.

Y este cuarto de hotel,
el calor del que hablan
sus paredes,
será para los dos
un refugio,
algo a lo que se debe aferrar
el recuerdo de nuestra mente.

Guarida con agua
de lluvia y de mar,
llena de instantes felices,
ocho amaneceres
repletos de tu amor,
ocho días en los que curar
cicatrices.

Y ahora observa….
los peces en este abril
nadan despacio,
la Magdalena cierra antes sus puertas,
y proveniente de más allá
del Atlántico,
una joven sirena entona la canción
que se encontró en un papel
dentro de una botella.

Mira….
Santander de nuevo renace
en silencio,
su mar permanece estático,
los marineros de la cantina se quedan mudos,
su gente y su mundo,
todos desean escuchar el canto.

Y es que en la playa del Sardinero,
dice desde hoy la leyenda,
que por su arena dos vagabundos se miraron,
y descubrieron que estaban locos y enamorados.

Escrito para Marisa Belarmino

Escrito el 26/04/2015.

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