AQUELLA BLUSA BLANCA

Estamos a la espera de la aparición de la novia. Mi amigo, el mejor que tengo, está nervioso frente al altar. Yo con mi cámara de fotos intento mostrar una falsa alegría, haciendo instantáneas a los allí congregados y a la imponente basílica, con sus vitrinas repletas de Santos y al fondo, su rosetón lleno de luz multicolor.

El Cristo de madera ostenta su eterno dolor con la llaga en el costado, a mi creciéndome otra igual en el corazón, puesto que en este día tan señalado, ella me viene a la memoria, con su blusa blanca y su falda al vuelo, tan bella y risueña, cuando aún yo tenía unas calladas e ilusas esperanzas de tenerla por amor.

Pero elegiste a otro hombre más realista, poseedor de un futuro prometedor, aunque menos bohemio y soñador que yo. Evoco entonces como tu mirada se clavaba a veces en la mía, y como creía mi anhelo que aquello era signo de mutua pasión.

Mas cobarde de mí no di ningún paso al frente, ya que no hubiera podido merecerte, encontrándome en este momento solo, desdichado e infeliz, al verte en los brazos de otro, que te aleja cada vez más de mi.

Nunca te mencioné mi secreto, jamás en los momentos que después juntos compartimos. Ahora cunde el silencio, puesto que ya esta sonando el himno nupcial. Entrando radiante la futura esposa, mostrándose ante todos sonriente y feliz, vestida con un traje de un blanco impecable, como aquella blusa que ocultaba aquel cuerpo que para siempre perdí.

Al darse ambos con dulzura la mano, yo disparo mi cámara pretendiendo tapar una lágrima, ya que caigo en la cuenta en este instante, de que definitivamente te tengo que desterrar de mi memoria.

Puesto que tú, mi amada, has intercambiado un anillo de unión con otra persona, que se nombra mi mejor amigo, y que se entrega por completo a ti ahora.

Al día siguiente, borracho de celos, al contemplar las fotos del ayer en la pantalla de mi ordenador, veo en una de ellas tu mirada en la de él, y descubro que entre los dos existe ese auténtico sentimiento que nunca yo hallé.

Consiguiendo desde entonces únicamente olvidarte, teniéndote siempre presente, al colgar en mi pared esa foto, y ver lo feliz que con él te sientes.

No obstante, en algunas noches de nostalgia, te puedo ver todavía libre, ataviada con una falda larga y aquella blusa blanca. Apareciendo ante mi tan bella y risueña como aquella primera vez. En la que por ti, yo hombre insensato, perdí completamente la razón, sintiendo una pasión que debo desterrar aún de mi dolido y celoso corazón, deseando lo mejor para ambos, y ocultando la verdad, que jamás será mencionada, muriendo de mi boca a perpetuidad.

ESCRITO EL 30/11/2013.

Deja un comentario